En nuestro país cada 24 horas se registran siete homicidios violentos en contra de mujeres. Se determinan como tal debido a la brutalidad, saña y crueldad con la que se llevan a cabo. Si poner fin a la vida de un ser humano es reprobable, matar a una mujer se convierte para muchos hombres en un acto que permite demostrarle al mundo el desprecio y repulsión que sienten hacia el sexo femenino. Les quitan la vida y además deshacen los cuerpos en partes o completos, los ultrajan, cortan, arrastran, entierran como si buscaran un trofeo a su aborrecimiento.El 19 de agosto el Gobierno de Jalisco instruyó al Instituto Jalisciense de las Mujeres a realizar una investigación de los casos de violencia contra las mujeres para analizar si es viable o no emitir una Alerta de Violencia de Género (AVG). Increíblemente esta medida apenas llega, si tomamos en cuenta el cúmulo de muertes durante el año. En el primer semestre de 2015 fueron 71 según el Instituto Jalisciense de Ciencias Forenses sin contar los casos ocurridos durante julio, uno de los meses con más asesinatos de mujeres.La AVG es más que un término que provoca miedo o pánico, no se trata de un indicativo de que los hombres se encuentran matando mujeres como si se tratan de asesinos en serie. Son una serie de acciones conjuntas emitidas principalmente por la autoridad para condenar, prevenir y atender la violencia, procurando justicia en casos de niñas o mujeres que se encuentren en esa situación, desaparecidas o ausentes, así como los feminicidios.Si algo está bien diagnosticado en México es la violencia en sus diversas expresiones. El pasado viernes durante un taller realizado en Guadalajara por el Instituto Nacional de las Mujeres, se habló del protocolo a seguir para formalizar una AVG en la Entidad y sobre la importancia de que todos los homicidios de mujeres se investiguen bajo la figura del feminicidio. Esta reunión expuso el análisis de un asunto relevante: el modelo cultural y social en el que crecen mujeres que las lleva a finales tristes. Aquel que exalta la búsqueda y preservación de un inexistente y fallido “príncipe azul” que proveerá del “amor romántico” simulado por historias de novelas y películas. Un amor dañino que oculta el control y sometimiento.A lo anterior se suma el entorno en el que se desarrollan los varones quienes para mantener su masculinidad deben tener coraje y fuerza, conquistar el mundo, dominarlo con poder y agresividad. El mensaje inconsciente por generaciones: ser violento es ser hombre. Un hombre con ira jamás es débil o poco masculino —una mujer pasa por loca o histérica— ellos deben mostrar esa “naturaleza” difícil de sustituir.La alerta no está en los crímenes, empieza por las formas y entornos en los que crecemos, un caldo de cultivo violento que se reproduce en todos los espacios.
