Como el filo e una navaja, sólo una letra cambia el sentido aportando promesa o amenaza. Tal paradoja es constante y se agudiza en cambios tan severos como son los actuales, en que sin llegar a extremos como los desencadenados hace una siglo, sí constituyen advertencia para quienes poblamos la tierra. Lo inocuo lejano se aproxima convertido en inicuo. El petróleo del medio Oriente influye en la economía sin exceptuarnos de quebrantos, potenciales de momento y previsibles en el mediano plazo, con influencia directa en los resultados económicos reflejados en el Producto Interno Bruto —PIB—, firme en la postura inferior a la tercera parte del porcentaje propuesto y previsto para este 2013. Ningún acontecimiento resulta totalmente inocuo. Los medios de comunicación nos traen las imágenes informativas de manifestaciones callejeras en tierras lejanas y otras cercanas, aquí mismo en Guadalajara. La causa puede ser inicua, pero sus consecuencias nefastas e intranquilizadoras. Inicuo el proceder legislativo ocupado en la defensas de intereses coincidentes en el beneficio de quienes han patrocinado su asignación de la curul o el propósito de continuar el ascenso dentro del engranaje político al costo de actuar al modo de la conveniencia, antes del servicio honesto en reciprocidad a la confianza otorgada por el voto ciudadano. El descrédito en las instituciones oficiales es cercano a la generalidad. Denominación proveniente de hechos reprobables, justificados alguna vez y otra también, mediante arreglos cupulares donde se percibe el paso de la promesa de llegar al fondo y aplicar justicia, que sólo alcanza la amenaza y el escándalo protagónico mediático. Inicuo es el término malvado, injusto y contrario a la equidad que al sobrepasar los lineamientos de la prudencia alienta la intolerancia con llamado al reclamo de aplicar todo el peso de la Ley a los infractores, que bien pueden ser los manifestantes callejeros, los legisladores irresponsables, los burócratas corruptos o ex funcionarios deshonestos. Sólo un ejemplo serio, impartido con diligente severidad puede lograr el retorno al crédito que requiere la autoridad para su actuación con el respaldo de la sociedad, creyente en acciones de gobierno apegadas al bien de la propia sociedad. La carencia del atributo confianza promueve la divagación, la incertidumbre o potencializa la indiferencia. Las múltiples razones expuestas a través de los medios de comunicación masiva tienen hoy otro desfogue alterno en las redes sociales, constituyentes de forma directa donde la palabra oral y escrita adquiere la fuerza convincente de mensaje de “uno a uno”, complementario del masivo tradicional. Vivimos en la era del convencimiento a través de los medios con el vigor necesario de lo inicuo o lo inocuo. Dios nos guarde de la discordia. sicp@informador.com.mx