¿Por qué me ha dado hablar de Palma Guillén? Nació en 1893 —hace 119 años— y murió en 1975 —hace 37 —. No hay números de los que piden conmemoración. Lo hago en uso a la libertad de este periódico: porque quiero. Muy poca gente sabe de su existencia y menos aún la recuerdan aunque sea de vez en cuando. La famosa Enciclopedia de México, que dirigió José Rogelio Álvarez —al menos la edición de 1987—pasa por alto su nombre. No así el Diccionario Enciclopédico de México, dirigido por Humberto Musacchio —al que deberíamos hacerle más caso— ni el famoso Diccionario Porrúa… que ya está entronizado en la conciencia nacional. Volviendo a la profesora Guillén, egresada de la Normal, también hecho de menos que nunca la mencionen tantas feministas conspicuas que nos rodean, las cuales, a veces, tienen más entusiasmo que información. Palma Guillén tiene méritos como para convertirse en un gran ejemplo de méritos femeninos incluso en una época en que el campo de las mujeres no estaba abierto por cuotas ni había los enormes deseos de ahora de que, con capacidad o no, ocupen cargos de importancia. Después de la Normal, pasó a Filosofía y Letras y se doctoró. Se sumó al movimiento vasconcelista y perdió, mas su capacidad, responsabilidad y dedicación, le ganaron una beca para estudiar Ciencias de la Educación en Europa. A su regreso ocupó diversos cargos en la SEP y dio clases en la UNAM. Luego fue enviada de embajadora a Colombia y después a Dinamarca. Saliendo de ahí le vino lo difícil al ser nombrada delegada permanente de México ante la Sociedad de Naciones, en Ginebra. Aquí fue donde hizo brillar el nombre de México a favor de quienes luchaban en contra del totalitarismo: su voz se hizo sentir cuando los fascistas italianos invadieron Etiopía y cuando les refrescó el árbol genealógico a las hipotéticas democracias europeas que abandonaron a su suerte al gobierno legítimamente constituido de la República Española, ante la solidaridad y colaboración de Mussolini y Hitler con los golpistas encabezados por Francisco Franco. En Ginebra conoció al representante de España e hizo amistad con él. Se trataba de Lluís Nicolau D’Olwer, quien había sido gobernador del Banco de España y ministro de la República. Cuando éste, ya refugiado en Francia después de la derrota, fue sometido a juicio de extradición a España, Palma Guillén trabajó intensamente, junto al embajador de México, hasta que logró su traslado a México, donde dejó valiosa impronta. Luego Palma todavía fue cónsul de México en Milán, pero pronto regresó a México para casarse con Nicolau y dedicarse a estudios literarios, entre los que destacan sus ensayos sobre otras dos mujeres famosas: Gabriela Mistral y Selma Lagerloff.