Parece que los hijos o se someten o se rebelan, pero ya no se quedan con los brazos cruzados esperando a vivir su destino. Cualquiera de las dos actitudes implica comportarse de una manera mucho más propositiva que generaciones anteriores. Cuando son rebeldes ya no se van de casa y se alejan de la autoridad paterna; hoy en día se quedan en casa y desencadenan una batalla sin cuartel en contra de las disposiciones del hogar. Es más: con gran facilidad cuestionan, discuten, argumentan y hasta critican todo cuanto no les parece. Y he visto a padres de familia querer correr a su malcriado hijo de casa y no poder hacerlo, porque el muy bribón se planta como guardián, con mirada desafiante y altanera, para no dejarse intimidar por la muy endeble autoridad paterna. Incluso me ha tocado charlar con padres que ya han sido golpeados por sus hijos, tras de un zafarrancho en casa. Eso sí, los hijos rebeldes quieren seguir comiendo rico en casa, que se les lave su ropa y que su camita esté limpia y bien tendida. Estamos ante el crecimiento del poder filial y una marcada tendencia a la disminución del poder de los padres. Por el otro lado, sigue habiendo una autoridad rígida y casi militar de muchos padres que a toda costa someten y obligan a que sus hijos hagan todo lo que según los padres se debe hacer, incluso por encima del respeto a la dignidad de la persona. Desde luego que los hijos sometidos también acaban por reflejar en su inseguridad y flaqueza la impotencia que sienten frente al poder incuestionable de los padres. Por eso, ni tanto que queme al santo, ni tanto que no lo alumbre. En el término medio está la virtud. Es decir: no queremos ni hijos rebeldes ni sometidos. Todos debemos entender que el respeto es la regla máxima en toda relación, particularmente entre los padres e hijos. Porque, si se rompe este principio, habrá daños, muchas veces irreversibles. Dicen que una sociedad con violencia no es más que reflejo de la que existe al interior de la familia. Y puede ser que, en la medida en que un gobierno acentúe sus procedimientos autoritarios, es porque percibe la amenaza de la rebeldía. El grupo denominado #YoSoy132 cobra fuerza entre quienes se unen a las causas de la nueva ola de rebeldía que azota a nuestros países; en otras latitudes son los “indignados”. Pero el fuego de la discordia se esparce por muchos ámbitos reclamando justicia y respeto. Mejores oportunidades de vida y trabajo. Los nuevos modelos de lucha social son parecidos a los que se suscitan en el contexto de la familia. Entre más autoritarismo y represión, más rebeldía. Entre más permisibilidad y sobreprotección, más autoritarismo de los hijos. Se trata de vivir en armonía, no de mostrar quién tiene más fuerza para someter al otro. Me quedo con una postura de rebeldía en contra de la injusticia y un sometimiento incondicional al respeto. Cuando son rebeldes ya no se van de casa y se alejan de la autoridad paterna; hoy en día se quedan en casa y desencadenan una batalla sin cuartel Sigue habiendo una autoridad rígida y casi militar de muchos padres que a toda costa someten y obligan a que sus hijos hagan todo lo que según los padres se debe hacer
