Martes, 13 de Mayo 2025

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Hasta que toque fondo

Por: Guillermo Dellamary

Hasta que toque fondo

Hasta que toque fondo

Dicen que a los adictos hay que dejarlos —porque no entienden— hasta que toquen fondo. Es decir hasta que ya de plano no puedan consigo mismos y sus problemas, sólo entonces es cuando van a reaccionar y pedir ayuda y sobre todo dejarse ayudar.

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Sin el ánimo de debatir y mucho menos de desacreditar a los fervientes seguidores de esta consigna, pondré en la mesa de diálogo, mis argumentos del porqué no comulgo con esta sentencia.

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Creo en la medicina preventiva, lo que implica anticiparse al proceso de deterioro de cualquier enfermedad, física o psíquica. Y de ser posible a impedir que se dé, aumentando las defensas y mejorando la calidad de vida.

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Por lo anterior, me resulta inconcebible que se sugiera que una persona tenga que recorrer un extenso camino de penurias y sufrimientos, para llegar a un punto en el que se tenga que iniciar la toma de conciencia de que se está mal y enfermo.

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Hay previsión, maneras diversas de visualizar el futuro para no dejar que el dolor sea el aviso de que no hay más remedio que atenderse.

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Hay muchos conocimientos, métodos y procedimientos terapéuticos y de higiene mental que nos pueden ayudar a resolver un problema —por grave que parezca— para rescatar a tiempo a una persona que ya inicia un proceso adictivo, sin necesidad  de dejarlo a que toque fondo.

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También creo en la sensibilidad humana, como para no permitirme ver a un pariente o ser querido,  irse deteriorando progresivamente sin meter las manos. Por lo que tampoco es una herramienta que podría administrar en aras de un bien futuro.

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Si alguien sufre y ves que está caminando hacia un precipicio, pues trataré de evitarlo y hacer algo, en vez de dejarlo a que toque fondo, con mi complacencia.

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Aunque la necedad del adicto sea grande y su convicción de que no hay problemas, sea su carta de presentación. Siento indispensable acudir a intervenir, lo más discreta y sutilmente, a aportar lo mejor posible para tratar de influir en el rumbo que lleva sin que tenga que cruzarme de brazos hasta que el fulano toque fondo.

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Ahora toca, a ustedes queridos lectores, tomar sus propias decisiones y seguir sus argumentos.
 

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