Viernes, 26 de Julio 2024

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Guadalajara, 472

Por: José M. Murià

Guadalajara, 472

Guadalajara, 472

No podemos decir: “Parece que fue ayer” cuando se fundó Guadalajara, aquí, en este Valle de Atemajac (“donde el agua se divide entre las piedras”). Pero sí es cierto que a muchos nos lo parece el día que la ciudad celebró pomposamente 450 años.

Vale decir que dicha celebración no es tan antigua. En realidad se debe al finado Juan López, quien entre varias posibles escogió el 14 de febrero que era casualmente la fecha del natalicio del entonces presidente municipal. También lo es del parto de uno de los tapatíos más notables de todos los tiempos: Valentín Gómez Farías.

No parece estar mal, aunque la coincidencia con “el Día de Amor y la Amistad” no deja de ser un inconveniente.

De cualquier manera es cosa buena que dediquemos un día a celebrar nuestra ciudad y a pensar en ella. También es bueno que se honre ese día a algún tapatío distinguido con un buen premio en metálico y dar oportunidad de que nos dé un mensaje reflexivo y alentador.

Sin embargo algunas veces nos falla el mensaje. Los galardonados van por la medalla y la lana y con cuatro palabras cubren el expediente.

Con ello la ceremonia no deja de desmerecer. Así sucedió el viernes pasado. Para otra vez podría sugerirse que no se leyera todo el acuerdo oficial que da el premio, sino solamente la parte medular. Que no se leyeran los currículos de los tres finalistas y que se procurara maquillar el del ganador, para que no se viera tan escuálido como ocurrió, dejando la sensación injusta de que es poco lo que tenemos.

Con todo ello iba mal la ceremonia. Afortunadamente el presidente municipal se puso las botas y cerró el acto a tambor batiente con la buena lectura de un texto que nos hizo pensar, que nos hizo aprender y nos hizo cobrar muchos ánimos. Fue lo único que valió la pena, mas, por fortuna, valió mucho la pena.

Se nota que el hombre trae puesta la camiseta citadina, se ha empapado de toda su problemática y sabe perfectamente qué hacer. Lo malo es que ya se le está acabando el tiempo. Tal es la desafortunada situación de nuestros cabildos: cuando empiezan a carburar bien es cuando tienen que comenzar a pensar en la sucesión y en el cierre.

De cualquier manera, debemos agradecer al ingeniero Ramiro Hernández habernos regalado con la lectura de un texto que fue del agrado de quienes lo escucharon con atención. Lamentablemente no fue ése el caso del galardonado ni de sus acompañantes.

En suma, podemos concluir que la ceremonia del aniversario tapatío no debe suspenderse por ningún motivo, pero también que merece algunos retoques.

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