Lunes, 13 de Octubre 2025

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Gobernar en tierra de indios...

Por: Alejandro Irigoyen Ponce

Hay frases que terminan por decirlo todo y la que se aventó ese funcionario de medio pelo de la administración municipal de Reynosa, Tamaulipas, hace ya más de 12 años, es de ésas: “Aquí gobierna el que sabe perfectamente a quién pertenece cada metro del Río Bravo”.

Eran las postrimerías del gobierno de Manuel Cavazos Lerma como gobernador y Tomás Yarrington cabalgaba sobre caballo de Hacienda para sucederlo. El alcalde era Óscar Luebbert y el candidato priista era Luis Gerardo Higareda. Nadie, absolutamente nadie, tenía duda de que el tricolor arrasaría en las urnas, así que el tema, más que la efervescencia política, era la supuesta recomposición que vivía el Estado, tras la captura de Juan García Ábrego.

La simulación, los valores entendidos y el cuidado de las formas permitían que pasara de todo y que pareciera que no pasaba nada. La frase de aquel funcionario menor, comisionado a “pasear por el pueblo a los periodistas” reveló, en su momento, la justa dimensión del fenómeno en lo que después adquirió la etiqueta de “zona cliente”.

Aquello era saber gobernar en tierra de indios, y sólo para jugar con la antigua máxima de “saber lo que es amar a Dios en tierra de indios” y que refiere a las complicaciones extremas al enfrentar un entorno hostil en cuestiones religiosas, ideológicas, sociales y hasta económicas. En Reynosa, en aquel Tamaulipas, los gobernantes se tenían que adecuar a la realidad de la región y que nada tenía (y tiene) que ver con el imperio del Estado de Derecho, ni mucho menos con el respeto a las instituciones. En el más complaciente de los casos, tenían (y tienen) que torear a los poderes fácticos, los del hampa.

Gobierna el que sabe perfectamente a quién pertenece cada metro del río, esto es, el que entiende con quién no se debe meter, qué intereses cuidar y, especialmente, que su chamba como alcalde sería la de administrar el conflicto en los terrenos de la simulación. Se supondría que esos tiempos y esos estilos desaparecieron, sobre todo después de que el Gobierno federal declaró hace seis años la guerra a las bandas del crimen organizado. Pero la realidad nos grita, y cada vez con mayor fuerza, que en estos terrenos no se ha registrado ningún cambio.

No es menor el drama que vive hoy el alcalde perredista de Teloloapan, al que bandas delincuenciales tienen en jaque, o ese tuit forjado en el dolor de Lucero Davis, la viuda de José Eduardo, el hijo mayor del ex gobernador de Coahuila y ex líder nacional del PRI, Humberto Moreira, y que responsabiliza al gobernador, Rubén Moreira, del asesinato: “rubenmoreiravdz no sabes gobernar!!! Esto es tu culpa maldito!!! Renuncia.”

Ambos casos exponen, además de la evidente descomposición del entramado social y político, la fuerza real del Estado en las llamadas “zonas calientes” y el contexto que demanda a los gobernantes el “administrar el conflicto”, ya que ante el poder de facto, el resto se encuentra rebasado.

La acusación de “no sabes gobernar” en la cuenta oficial de tuiter de la viuda, refiere, en su entraña, el no saber administrar las componendas y simulaciones —y sobra decir que la línea más sólida de investigación se ubica en una posible venganza de “Los Zetas”—. Habría que agregar la postura del gobernador que afirma que lo de antes no era tranquilidad (en la administración de su hermano Humberto) sino complicidad, para revelar en toda su dimensión que en el Coahuila de hoy, como seguramente en varios estados más, se vive lo mismo que en el Tamaulipas hace ya más de 12 años: el gobernar en tierra de indios.

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