Por alguna razón que los humanos jamás entenderemos, el hombre, al acercarse la treintena, siente un deseo irreprimible de recrear aquel momento de gloria deportiva que vivió en aquél único recreo de noviembre en su primaria – el cual le ha servido mentalmente para considerar que él, de niño, era muy bueno para los deportes.Para ello desplegará una bochornosa actitud que lo llevará a comprarse unos leotardos para la bici y gastar su precaria economía en viajes extraños como el correr el Iron Man de Jalpa, Zacatecas, donde, a falta de agua para la natación, ponen a los competidores a echar buches durante tres horas con agua de la llave; esto cansa no payasadas.Pues esto mismo sucedió con mi parentela en fechas recientes. Sin saber por qué lo hizo, el primo Rómulo llegó a informarnos que estaba armando una liga de fútbol “inter clubes”, sin decirnos jamás qué clubes iban a participar. En todo caso, como nos agarró medio atarantados, nos dio un baje de a mil quinientos por piocha quesque para los primeros dos partidos y para el uniforme.La verdad, ya en retrospectiva, fue una pésima idea el armar un equipo de fut. Una idea tan mala como el hacer hamburguesas de “colorín” (antes de que se ría como menso creyendo que es albur, le aclaro que es una flor y que no ha faltado quien la ha querido emplear como sustituto de carne).Y era una mala idea, en primer lugar, porque todos los primos teníamos un sobrepeso crónico que, con veinte minutos de ejercicio, lo más seguro es que nos provocara una arritmia o un colapso cardiaco fulminante. Sin embargo, como creíamos que nos la íbamos a pasar muy suave y todos nos sentíamos muy salsas, nadie puso la menor objeción.El primero de los problemas se dio cuando llegaron los uniformes. Y es que, evidentemente, no había nada de la talla adecuada por más que fuimos específicos con Rómulo para que consiguiera pura talla extra grande. Pese a las protestas, el primo dijo que ya no había nada más que ponernos los ajuares, aunque nos quedaran embarrados, porque los había comprado robados en un almacén por Zapotlanejo. Además de dicho inconveniente, todos los uniformes tenían un cierto olor a humedad medio gacho y no pocos dudamos nos fueran a pegar unos hongos serios. Sin embargo ese sábado, temprano en la mañana, estaba toda la tropa en la cancha a la que fuimos citados – llamarle cancha a ese potrero era un piropo, pura tierra llena de piedras y pedazos de vidrio que aventaba la gente. Casi todos nos fuimos en la combi de Lupe mi primo, porque el lugar quedaba por el aeropuerto y resulta imposible agarrar un camión tan lejos. En la combi fueron pasando unas tortas de huevo con charales quesque porque según eso daban más nutrientes que un Gatorade. La verdad es que yo no me creí ese cuento, sin embargo le trinqué a mi torta de todas formas.Al llegar vimos que nuestros rivales eran miembros del sindicato nacional de vulcanólogos, lo que en un inicio nos llenó de orgullo pues competiríamos contra profesionistas; duro sería el chasco al enterarnos que se llamaban vulcanólogos por trabajar en vulcanizadoras. Como los árbitros se tardaron en llegar, alguien sugirió mandar a Lupe por un par de dieciochos y empezar a beber desde temprano. Ahí entre la carilla natural, uno de los del otro equipo soltó la sopa que a ellos la inscripción y el uniforme les había costado solo seiscientos cincuenta pesos, lo cual hizo que nos molestáramos bastante con Rómulo quien, después de mucho rato, aceptó que nos había intentado robar porque necesitaba la lana para pagar una tanda en la que se había atrasado. Argumentó como excusa “Lo que pasa es que se me hizo fácil”. Dicho eso todos tuvimos por buena la justificación.Ya cuando llegaron los árbitros el partido dio inicio para verse suspendido a los cinco minutos porque Gumaro, que se había venido en vivo de la fiesta donde había estado bebiendo curado de jitomate, había devuelto el cuerpo justo en el área chica del otro equipo. Quien sabe de donde consiguieron una pala y él mismo tuvo que limpiar su cerdero.Los de la vulcanizadora se veía que traían cachirules, y como luego luego vieron que los primos éramos muy malos pues empezaron a ponerse mamucos y a hacer trucos como de Neymar. Ahí si la verdad es que si nos dio mucho coraje y empezamos a repartir leña cada que intentaban un truquito.Como los árbitros no pitaban todo, pues igual los vulcanólogos se fueron prendiendo y no tardó mucho en que se armara la campal. Al principio el pleito parecía que iba a estar fuerte pero poco a poco comenzó a degenerar en algo raro, porque todos traíamos los tacos en la mano y echábamos sprints nada más como para fintar, frenarse y regresar a donde estaba el grupo sin que pasara nada, eso sí, echando muchos insultos.La única que sí se tendió bien bien fue la prima Cloti quien, aprovechando su experiencia en protestas del SME, empezó a aventar las mitades de naranjas que habíamos llevado para el refrigerio. Se descontó a dos antes de decir el más procaz de los insultos y pelarse a campo traviesa.No fue sino pasados tres días que, con tristeza, nos enteramos que la liga había determinado expulsar a nuestro equipo por un año, a Cloti de por vida, y recibir la noticia de Rómulo, que nos iba a pagar nuestra lana con unos pepsilindros de los Looney Tunes, que según él eran muy valiosos y eran de colección.