“La Navidad es un obstáculo para el progreso moderno. Arraigada en el pasado, y en un pasado remoto, no tiene utilidad en un mundo en que la ignorancia de la historia es la única prueba contundente del conocimiento científico. Nacida entre milagros relatados hace dos milenios, no puede tener efecto alguno sobre ese rudo sentido común capaz de resistirse a las pruebas más claras y palpables de que los milagros ocurren ahora mismo... La Navidad no es moderna; la Navidad no es marxista; la Navidad no se ajusta al patrón de la gran era de la Máquina, que promete a las masas una época de felicidad y prosperidad aún mayores que las que les ha traído hasta ahora (...) La Navidad es una superstición. La Navidad es un vestigio del pasado.” * “Es en los villancicos antiguos, en los villancicos que vienen de la Edad Media, donde hallamos no sólo lo que hace que la Navidad sea poética y consoladora y solemne, sino en primerísimo lugar lo que la hace emocionante. Lo emocionante de la Navidad reside (...) en una paradoja vieja y muy sabida. Descansa en la gran paradoja de que el poder y el centro del universo entero pueden hallarse en un pedacito de materia al parecer diminuto, y que el curso de las estrellas puede hacer ronda a un portal destartalado. Y resulta extraordinario constatar cómo esa sensación de la paradoja del pesebre ha escapado por completo a los teólogos más brillantes e ingeniosos, mientras que se conserva en los villancicos. En ellos, por lo menos, nunca se ha olvidado que el asunto central de la historia que había que contar era que alguna vez el absoluto rigió el universo desde un establo.” * “El propio Cristo fue regalo de Navidad. Eso de regalar cosas materiales en Navidad quedó asentado desde antes del Nacimiento, en los primeros movimientos de los Magos y la estrella. Los tres Reyes llegaron a Belén llevando oro, incienso y mirra. Si sólo hubiesen llevado Verdad, Pureza y Amor, no habría arte cristiano ni civilización cristiana”.