Ideas | Fobias extrañas Por: Carlos María Enrigue 31 de julio de 2014 - 00:53 hs Fobias extrañas “Miedo, es lo que debe tener la vida” dice una de las mejores canciones del mítico grupo Caifanes, y es que si bien el miedo es una condición completamente natural en las personas y en los animales – no sé si en las plantas – y ha evitado que nos desbarranquemos a lo idiota, la verdad es que existen una serie de casos en que el miedo se convierte en una patología y ahí comienza a ser una fobia, un pánico extremo el cual debe ser tratado. Ahora bien, una cosa es tener pánicos extremos a cosas aparentemente sensatas, como es el estar en un cuarto rodeado de cobras o de integrantes del Barzón, y otra es paniquearse a lo loco por cosas que propiamente no significan una amenaza clara e inminente. Así, la lista de piratez de las personas se engrosa cada que nace otra cuya madre no consumió ácido fólico y significa para psicólogos y psiquiatras la posibilidad de seguir llevando tortillas calientitas a sus casas. Entre las fobias más extrañas que he oído están las siguientes: i. Genufobia. Miedo a las rodillas. Sin que rodilla sea apodo o referencia a novia, hay personas a quienes las rodillas ajenas o las propias les causan conflicto, así ver a alguien con shorts te puede significar llegar a tu casa convencido de que la vida no vale la pena y que es momento de comprar una soga de calidad. ii. Hobofobia. Miedo a los vagabundos. De forma inexplicable hay personas que le tienen miedo a los vagabundos, esto, independientemente de que el vagabundo consuma crack o no, así, vagabundos de la talla del gordo que deambula por Chapultepec, el cual es el vagabundo más feliz de la tierra, pueden alterarle la existencia a alguien que padece esta enfermedad. iii. Macrofobia. Miedo a las largas esperas. Sin duda una de las peores clases de fobia a tener si es que uno se atiende en el seguro social. Y es que si hay algo seguro en el seguro es que de que se le dice a uno que ahorita lo atienden a que toca el turno en realidad la posibilidad es que pasen al menos ocho años y medio, así, una fobia de este tipo es la peor combinación. iv. Catisofobia. Miedo a tomar asiento. Imagine usted la siguiente situación: tras formalizar la relación con Pinita por fin lo convencieron de ir a conocer a sus suegros, quienes, sorprendentemente resultan ser a toda madre, así lo pasan a la terraza y de forma bonachona le indican amablemente un equipal mientras le dicen: “por favor, siéntese joven”, en ese momento la sangre se le va a los pies tras ver el mueble y decide que por más sabrosa que esté Pinita simplemente no vale la pena. v. Turofobia. Miedo al queso. Quien hubiera imaginado que Laurita se pusiera en ese plan cuando el taquero quiso despachar a un cliente que pidió una gringa. vi. Araquibutirofobia. Miedo a las cáscaras de los cacahuates. Para usted puede resultar muy normal el ir a tronarse unas chelas a La Fuente, pero debe comprender que hay gente que va a terminar perdiendo la compostura en el momento en que llegue el mesero con el miserable plato de cacahuate salado con cáscara. Así, la opción de los rines de Santa Tere se presenta como la alternativa más viable para que todo mundo pueda chupar tranquilo. vii. Hipopotomonstroesquipedaliofobia. Miedo a las palabras largas. El chiste se cuenta solo. Recibe las últimas noticias en tu e-mail Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones