Al terminar la semana pasada, la secretaria de Relaciones Exteriores del país, Claudia Ruiz Massieu, acudió al Senado como parte de sus obligaciones en el desahogo de la glosa del último informe del Presidente Enrique Peña Nieto. Amarga coincidencia para la responsable de las relaciones diplomáticas mexicanas: a unas horas de la elección presidencial en Estados Unidos, los senadores le cuestionaron por la visita de Donald Trump a México en calidad de candidato.Los miembros del Senado, hay que decirlo, no mostraron energía para subrayar el error garrafal, inexplicable, que fue la organización de la visita del candidato republicano que construyó su plataforma político electoral en las acusaciones racistas e infundadas contra los mexicanos. Y además, dejaron pasar como si nada la mentira evidente en que incurrió la canciller, cuando dijo que ella misma organizó la visita. ¡El propio Presidente Peña Nieto ya admitió que Luis Videgaray Caso salió de la Secretaría de Hacienda por haber gestionado la visita de Trump! ¡Y de la misma oficina de Los Pinos surgió la versión de que fue un error que costó el distanciamiento con la campaña de Hillary Clinton y el presidente Barack Obama!La visita de Trump, según varios especialistas en Relaciones Internacionales que he consultado, es simplemente inexplicable. No ofreció ninguna ventaja, ni directa ni indirecta. Y por fortuna para el país, hoy mismo quedará como capítulo cerrado, vergonzoso pero finiquitado.Viene esta historia a cuento porque los ojos del mundo están puestos, cuando estas líneas ven la luz, en lo que pasa en Estados Unidos, donde los norteamericanos eligen a Clinton o a Trump.Es una ocasión histórica para ver cómo, entre otros fenómenos, pasan cosas que hace pocos años eran imposibles:a) México y los mexicanos estuvieron totalmente metidos en las elecciones estadounidenses, tanto en el discurso como en las actividades electorales.b) El resultado, cualquiera que sea, condiciona y golpea al país. Sí, gane quien gane, habrá que aplicar una política de curación, por decirlo así. La única diferencia es que Donald Trump en la Casa Blanca significaría un daño de magnitudes enormes.c) Quizá esta sea la condición más importante, sobre todo a futuro. Estas elecciones en los Estados Unidos han dejado desnudada la condición mexicana, no por su dependencia histórica del poderoso vecino, sino por su descuido y su negligencia inexplicables para darse las condiciones básicas que le permitan autonomía en la convivencia con el gigante del Norte.El viejo discurso de la vecindad que nos beneficia tiene límites clarísimos. El cliché de los grandes socios comerciales sólo ha beneficiado, durante décadas, a un pequeño sector de exportadores que no representan la realidad nacional y que a pesar de todas las teorías económicas, no han reparado ni un poco la grave inequidad social que empeora con el paso de los años.En otras palabras, llegue quien llegue a sustituir a Barack Obama —para quien México jamás estuvo entre sus proyectos importantes—, seguirá dependiendo de los mexicanos que este país mejore sus condiciones económicas, de seguridad y de justicia.Y no, no era necesario invitar a Trump candidato.