Poco a poco el deporte nacional se ha convertido en pegarle públicamente al Presidente Enrique Peña Nieto. Mientras más duro mejor. Críticos, analistas e informadores se han sumado en este arrojar adjetivos peyorativos a quien hoy ocupa la silla presidencial.De antemano una disculpa, pero no deseo, ni debo, ni puedo sumarme a ese ejercicio hoy tan común y democrático.Y estoy consciente que razones no faltan para criticar al Presidente, pero intentando ser muy objetivos yo dejaría a un lado cuestiones como la Casa Blanca, la invitación a Trump o las frivolidades de la clase política y me centraría más en el evento que más nos ha pegado de la actual administración, la mal llamada Reforma Fiscal, que en su momento señalamos como un error al trasladar recursos del sector productivo (vía mayores impuestos) al sector social para “presumiblemente” combatir la pobreza. El resultado hoy es que no ha habido recursos privados suficientes para reinvertir y hacer que nuestra economía crezca como se necesita, y los recursos se han dilapidado y no sólo no se ha reducido la pobreza, sino que ha aumentado.Además, la forma de gastar del gobierno ya provocó que el nivel de deuda pública esté en niveles históricos, y ello le haya costado un jalón de oreja a nuestro país a través de las calificadoras financieras.Pero la crítica, insisto, se ha centrado en otros temas que para mi gusto no afectan las estructuras del país. Personalmente creo que lo que más rabia y frustración está provocando a quienes critican a Peña Nieto, y que por ello aumenta el tono de los insultos, es por las pocas ganas de defenderse del Presidente ante los ataques. Parece un peleador callejero pero zarandeado al que le están dando una golpiza y él no se decide si quiera a meter las manos.Y lo que considero más grave es que los ataques, además de seguir desplomando la imagen de Peña Nieto, están abollando la institución presidencial, y más que nunca México está urgido de instituciones sólidas.Por supuesto que muy poca cosa ha hecho Peña Nieto por honrar la institución presidencial con ese pésimo manejo de imagen, pero su sucesor, sea quien sea, llegará a una silla muy golpeada e iniciará su gobierno en franca desventaja. Y creo que no se vale.La institución presidencial creemos, debería verse como una empresa, y citando al consultor español José Manuel Zugaza, debe ser tomada por el presidente en turno como un lugar “para disfrutar, engrandecerla, y prepararla para entregar al sucesor”.
