Por: Xavier Toscano G. de Quevedo Nunca ha sido coherente el hecho de fingir o simular los éxitos o triunfos que nunca existieron, mucho menos pretender engrandecer lo mediocre, o desvirtuar la realidad para congraciarse con alguna persona o institución. En nuestra sociedad, este fatal proceder se ha vuelto ya en algo habitual, y más fatídico es ver que dicha conducta hoy se presenta como una cualidad de la que se han apropiado gran número de personas, las que desafortunadamente nunca se han detenido a recapacitar en el grave perjuicio que están ocasionando con su nefasta actitud. Habitualmente ha sido una realidad que “la historia la escriben los victoriosos” y ordinariamente así es; sin embargo, en innumerables ocasiones sus narraciones no son siempre las verdaderas, y mucho menos apegadas a la verdad, siendo lo más usual menospreciar y falsear la imagen de los vencidos. Qué escasos han sido los hechos que en su momento han escrito aquellos que no obtuvieron la victoria y éstos invariablemente han sido vetados porque sus relatos seguramente dañarían la imagen del vencedor, o exhibirían cómo fueron los métodos que utilizaron para alcanzar sus triunfos. Estos procedimientos para divulgar los sucesos, se han utilizado por décadas, y continúa prevaleciendo en la forma de conducirse de muchas personas e instituciones en un afán enfermizo para manipular la historia y los acontecimientos a su voluntad y conveniencia. De la misma manera en la fiesta brava —pincipalmente en la últimas décadas— éste accionar lo encontramos presente y al día, en donde vemos cómo se difunde y se publican un cúmulo de historietas y fabulas, de triunfos y logros que distan mucho de la verdad; pretendiendo —con grande desvergüenza— maquillar los sucesos insignificantes y pusilánimes en quebranto y detrimento de la legítima y auténtica fiesta brava. Cuántos años han transcurrido —creo que ya bastantes, las cuentas se pierden en la historia— que las empresas y los protagonistas se dieron a la tarea, de ir disminuyendo la presencia del toro en los ruedos de nuestro país, con el argumento insolente y patrañero, de que el toro, “El verdadero Toro con edad y bravura” no tenia ninguna razón para salir al ruedo, porque con él, “los toreros” no lograban realizar las faenas que el público demandaban para divertirse. ¡Qué craso error! Y así ha sido década tras década, hasta llegar a lo que hoy tenemos por fiesta. Pero tristemente como siempre ha sucedido a través de la historia, todo esto acontecía con el respaldo y la protección de aquellos —necesitados mercenarios— que en su momento se iban encargando de ir redactando sus historias, celebrando y elogiando los acontecimientos de cada tarde y en todas las plazas, como si los triunfos que en ellas se obtenían, fuera auténticos y pletóricos. La consigna era manipular al público —obviamente no podían engañar a los aficionados— retocando los hechos y la historia. Había que convencerlos de que su forma negligente de operar era la correcta: “Al fin que los parroquianos solamente iban a ver a los toreros”. Y ¿el toro?, qué importa, el que nosotros escojamos, y así ha sido la forma de operar, aunque ésta es acerbamente en contra de la verdad, y con el más vil de los engaños y menosprecio de la auténtico espectáculo taurino. Sin embargo, esta es nuestra historia, nada ha cambiado, por el contario se ha recrudecido, y la desfavorable práctica continua, y la siguen utilizando los empresarios y protagonistas de nuestros días, sin que les inquiete y mortifique en lo más mínimo. Pero el resultado de sus timos y engaños esta más que presente; sus plazas prácticamente vacías, los aficionados —cada vez menos— y el público ya no asisten ¡Revisen la asistencia a los dos festejos de Guadalajara el pasado fin de semana, y qué decir en la capital del país, con entrada paupérrimas en todas las tardes! Pero ellos, negligentemente, continuarán con su nefasto proceder, al fin que siempre han encontrado aquellos que están dispuestos a divulgar y proclamar sus historietas y fabulas de las epopeyas y triunfos, aunque estas sean falsas y sin verdad; ¡Qué necedad o cual necesidad! – ¿Les ha valido la pena su negligente proceder? Equivocadamente, pero ellos piensa que sí, ya que no aceptan sus errores, y siguen actuando con indolencia. Actualmente nuestro espectáculo taurino necesita cambiar sustancialmente, y más en estos momentos de tanta turbulencia, la verdad precisa de llegar de nuevo a las plazas, para grandeza de nuestra fiesta; y ésta se obtendrá, cuando aparezca en los ruedos, su Majestad, El Toro Bravo.