Viernes, 10 de Octubre 2025

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Es el tonito

Por: Diego Petersen

Es el tonito

Es el tonito

Es el tonito, santito, decía mi amiga Alicia. El tono, las inflexiones de la voz, hacen que una misma palabra signifique cosas absolutamente distintas. Incluso una palabra que típicamente sería un insulto puede no serlo si el tono es amistosos, jocoso o juguetón. Pero igual, una palabra que en su sentido original puede ser de agradecimiento, en tono irónico significa justamente lo contrario.

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En política sucede lo mismo. El contenido del discurso es tan importante como el tono. No es sólo lo que se dicen es también cómo se dice. El alcalde de Guadalajara, Enrique Alfaro, comienza a tener problemas no sólo con el contenido de la comunicación, también con el tono. El problema del contenido se arregla con asesores, con claridad en lo que se quiere comunicar; el problema del tono, no. Ese es personal.

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Fue un error decir que “los medios, no todos, agarran temas y están friegue, friegue, friegue y friegue… (pero) de una vez les digo, no somos iguales”. Fue una doble equivocación, primero porque el papel de los medios, aunque al poder, sea del color que sea, no le guste, es fregar. En Estados Unidos suelen decir que los medios somos perros guardianes de la democracia. Y no conozco un solo perro policía que sea agradable. Un perro guardián va a ladrar, ladrar y ladrar cuando vea algo que no le gusta o huele extraño, y lo que se espera de él es que muerda y ataque al que se pase de la raya. Así que, aunque los medios que friegan sean, desde el punto de vista de alcaldes, espurios, tengan intereses oscuros o incluso abyectos, fregar es su chamba.  

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Más delicada es la segunda parte del discurso. Decir: “de una vez les digo no somos iguales”, coloca al alcalde en una superioridad moral muy peligrosa. No porque hable de una autoestima muy grande de un “nos” grupal que ya los ha llevado a cometer graves errores (baste recordar el escándalo de Hugo Luna), sino porque en nombre de la superioridad moral se cometen las peores atrocidades. Si, como dice el alcalde, no son iguales, basta con que lo demuestre, no tiene que decirlo. Si son o no iguales, si son o no mejores que los anteriores, nos toca a nosotros decidirlo, no a él.

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Pero el tono ha sido quizá el principal error del alcalde en estos meses de gobierno. Desde el día de la elección Enrique Alfaro se convirtió en el político hegemónico del Estado, por encima del gobernador o de cualquier otro actor. Eso significa, entre otras cosas, que el tono de la comunicación política lo impone él. Y justamente, el tono de la comunicación que ha establecido Alfaro es rudo, seco y descortés. Se ha cansado de llamar corruptos e inútiles a todos los que no son de su grupo. En su discurso el mundo no tiene grises, sólo existen los que están con él o contra él. Es el tono de un político en campaña, no el de un líder que quiere construir y llevar a la ciudad o al Estado hacia otro derrotero.

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Lo que friega es el tonito, dice la sabiduría popular. El tono de Alfaro lo está limitando, confrontando y descomponiendo su comunicación política.

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