Viernes, 26 de Julio 2024

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En rojo sangre…

Por: Francisco Baruqui

Algo que debió hacerse… Pero que no se hizo.

Es la reflexión que priva en el pensamiento de la población michoacana sometida por la delincuencia organizada, que, saturada de la injusticia que ha derivado de —aunque les molesta la definición—, un Estado fallido desde varios gobiernos anteriores, con predominación perredista, ha hecho que se llegara hasta donde en el hoy se llegó.

Desde años atrás, con la inseguridad plena cobrando víctimas en la extorsión, el secuestro, “protección”, dominios territoriales y asesinatos a mayor escala, ante la total y absoluta impotencia de las llamadas “fuerzas del orden”, inmersas en un tenor de desidia e indiferencia, obligó al extremo de que la ciudadanía misma tomara las armas para defenderse.

Lo cierto es que día con día la preponderancia delincuencial, que se inició ostentándose como defensora, encontró su modus vivendi al atacar a los que un día, según esto, defendieron, aprovechando ya estar debidamente organizados; tanto, que las mafias del Chicago de los años veinte se verían como párvulos al día de hoy.

Motes como “El Chayo”, “La Tuta”, “El Kike” y otros más, apoderados de la situación victimando a una población descarnadamente desesperada que, sumisa, tenía que acatar bajo amenaza de muerte el entregar a los grupos ranchos, propiedades, negocios y hasta jovencitas y señoras, hijas y esposas de los extorsionados, que eran llevadas a la fuerza para sus bestiales fines y devueltas después de violadas.

Todo ello llevó a los grupos de autodefensa…

Seguro estoy de que el Gobierno de Peña Nieto, de inicio, no supo calibrar la gravedad flagrante de la situación. El gobernador priista Fausto Vallejo — con imagen de buen hombre—, tan bien intencionado como enfermo en su salud que obligó a un retiro temporal para atenderse, como impotente políticamente y vulnerable ante la delincuencia que sobrepasó al Estado, llegó al extremo inminente de que el Gobierno federal interviniese aparentemente “con todo”. Así…

Así, a los motes y nombres de Los Templarios y Familia Michoacana con sus cabecillas, ahora en la contraparte, destacan los que figuran como líderes de autodefensas. El doctor Mireles, Estanislao Beltrán, “El Papá Pitufo”, “El Comandante Cinco”, Mora y Juan Bucio, entre varios otros, quienes al mando de los grupos bien pertrechados, ante las declaraciones del secretario de Gobernación, Osorio Chong, se muestran determinados a no dejar las armas hasta que no les entreguen a las cabezas de los delincuentes.

Hasta ahora los autodefensas son gente de trabajo dedicados a una actividad laboral en campo, ganado, comercio y, como Mireles, médico de profesión, librado de morir en un accidente aéreo que a punto estuvo de costarle la vida, y tienen la determinación a flor de piel.

Tal vez el nombre de Gregorio López no le diga nada, pero es sacerdote en Apatzingán, acérrimo enemigo de los delincuentes, quien desde mucho tiempo pasado les señalaba a las autoridades quiénes y en donde estaban los cabecillas ahora buscados. Lo ignoraron, y…

Y… PENSÁNDOLO BIEN…

Y… PENSÁNDOLO BIEN, la gravedad es tal en el tema Michoacán, que el mismo secretario norteamericano John Kerry, tan preocupado, toca el renglón de ayuda al gobierno peñista — que seguramente no aceptaría el intervencionismo militar—, cuando, de haber procedido al inicio de su mandato, tal vez, a lo mejor, quizás, quién sabe, otra sería la situación…

Situación que ahora brilla en la grave luz del intenso rojo sangre…

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