Viernes, 26 de Julio 2024

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El uso de la leña verde

Por: Ivabelle Arroyo

El uso de la leña verde

El uso de la leña verde

Nadie busca políticos o funcionarios (o empresarios o activistas) cubiertos con un manto de santidad. ¿Por qué? Por pragmatismo: esas personas no existen. Lo que existen son reglas e incentivos que aumentan su inclinación a hacer las cosas bien o que producen agujeros por los que pueden hacer las cosas mal.

Uno de esos incentivos pasa por la opinión pública, ahora formada por el círculo rojo, los medios de comunicación masivos, las redes sociales y las sobremesas familiares. Ningún político quiere estar como blanco de burla o furia de esos espacios, ahí donde crecen los escándalos y los héroes.

La mayor parte del tiempo, los escándalos crecen y se destruyen por motivos irracionales. Un político que juega en Las Vegas es pasto para la furia ciudadana. Si encuentran a uno con copas de más, si se conoce de un hijo ilegítimo o se escucha a una funcionaria diciendo groserías, los suelos que protegen del infierno del escarnio se abren para que caigan los perversos y se cierre tras quemarlos.

Es una práctica divertida y no pretendo quitarle a nadie ese sano y solaz esparcimiento, sólo apunto la necesidad de elevar las flamas a lo que realmente importa, para que los gobernantes se cuiden más de ser corruptos que de mostrar en público a su amante.

En el DF hay un caso muy claro de la facilidad con la que se inflaman las emociones y se apaga la razón: los espectaculares de los políticos. La gente los quiere matar. Pero qué digo el DF: Aristóteles Sandoval lo hizo también en Jalisco. Y es que el abuso del recurso a la imagen, sobre todo en las elecciones de 2006, puso la maquinaria prohibicionista a funcionar para impedir el excesivo gasto en imagen de los políticos. El dinero público que pasa por los partidos se iba a televisión, radio, revistas y espectaculares. En algún momento se torció el argumento y se considera que lo que está muy mal es ver la cara de alguien, y no el destino de los recursos públicos y la inequidad en las contiendas.

Ver el rostro de Aristóteles Sandoval por toda la ciudad, con motivo de su informe, enojó a muchos ciudadanos. Las redes sociales le prendieron fuego por poner su cara en la calle, no por violar la ley, por gobernar mal, acaso por robar, por extorsionar o por cobrar sin trabajar. Algunos cuestionaron el monto gastado y el mensaje político, pero deben haber sido dos entre cientos. La furia se dirigió al masivo uso de la cara del político.

¿Estoy sugiriendo que le aplaudamos? No, de ninguna manera. Si un político quiere promover su cara, allá él. Total, es contraproducente en la opinión pública. Pero si un funcionario roba de verdad, lastima de verdad a las instituciones políticas (Gobierno, leyes, partidos), ahí sí hay que prenderles fuego, verlos feo y si se puede encarcelarlos. Hay que empezar a cambiar las reglas de nuestros juegos de sobremesa y usar mejor la leña verde.

adie busca políticos o funcionarios (o empresarios o activistas) cubiertos con un manto de santidad. ¿Por qué? Por pragmatismo: esas personas no existen. Lo que existen son reglas e incentivos que aumentan su inclinación a hacer las cosas bien o que producen agujeros por los que pueden hacer las cosas mal.

Uno de esos incentivos pasa por la opinión pública, ahora formada por el círculo rojo, los medios de comunicación masivos, las redes sociales y las sobremesas familiares. Ningún político quiere estar como blanco de burla o furia de esos espacios, ahí donde crecen los escándalos y los héroes.

La mayor parte del tiempo, los escándalos crecen y se destruyen por motivos irracionales. Un político que juega en Las Vegas es pasto para la furia ciudadana. Si encuentran a uno con copas de más, si se conoce de un hijo ilegítimo o se escucha a una funcionaria diciendo groserías, los suelos que protegen del infierno del escarnio se abren para que caigan los perversos y se cierre tras quemarlos.

Es una práctica divertida y no pretendo quitarle a nadie ese sano y solaz esparcimiento, sólo apunto la necesidad de elevar las flamas a lo que realmente importa, para que los gobernantes se cuiden más de ser corruptos que de mostrar en público a su amante.

En el DF hay un caso muy claro de la facilidad con la que se inflaman las emociones y se apaga la razón: los espectaculares de los políticos. La gente los quiere matar. Pero qué digo el DF: Aristóteles Sandoval lo hizo también en Jalisco. Y es que el abuso del recurso a la imagen, sobre todo en las elecciones de 2006, puso la maquinaria prohibicionista a funcionar para impedir el excesivo gasto en imagen de los políticos. El dinero público que pasa por los partidos se iba a televisión, radio, revistas y espectaculares. En algún momento se torció el argumento y se considera que lo que está muy mal es ver la cara de alguien, y no el destino de los recursos públicos y la inequidad en las contiendas.

Ver el rostro de Aristóteles Sandoval por toda la ciudad, con motivo de su informe, enojó a muchos ciudadanos. Las redes sociales le prendieron fuego por poner su cara en la calle, no por violar la ley, por gobernar mal, acaso por robar, por extorsionar o por cobrar sin trabajar. Algunos cuestionaron el monto gastado y el mensaje político, pero deben haber sido dos entre cientos. La furia se dirigió al masivo uso de la cara del político.

¿Estoy sugiriendo que le aplaudamos? No, de ninguna manera. Si un político quiere promover su cara, allá él. Total, es contraproducente en la opinión pública. Pero si un funcionario roba de verdad, lastima de verdad a las instituciones políticas (Gobierno, leyes, partidos), ahí sí hay que prenderles fuego, verlos feo y si se puede encarcelarlos. Hay que empezar a cambiar las reglas de nuestros juegos de sobremesa y usar mejor la leña verde.
 

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