El obelisco que Augusto hizo llevar de Egipto para instalarlo en el Campo de Marte de Roma, cerca del Ara Pacis, está documentado por Plinio el Viejo en su Historia Natural, que es una mina de información sobre el mundo romano. Dice ahí que “Augusto utilizaba el obelisco de forma extraordinaria, para proyectar una sombra y marcar así la duración de los días y las noches” (36.72). Por eso se le llamó horologium Augusti (reloj de Augusto), aunque, como Plinio no ofrecía mayores detalles, a lo largo de la historia se ha dado un debate acerca de si era un simple reloj de sol (de los cuales hay muchísimos) o si se trataba de un instrumento más complejo. Ahora parece que servía para determinar los años bisiestos, y eso sí lo hace muy especial.Si con su obelisco Augusto fue capaz de resolver un problema de calendario que llevaba décadas, entonces puede entenderse por qué Plinio califica su uso de extraordinario. En 46 AC, Julio César había impuesto un calendario parecido al actual, salvo que sus astrónomos se equivocaron, pues introdujeron un año bisiesto cada tres y no cada cuatro años. En 10 DC Augusto corrige el error, exactamente cuando manda instalar el monumento. El emperador, como sumo pontífice (título con que figura en el obelisco), era responsable de velar por la buena marcha de la cuenta del tiempo.Con el Imperio cayó el obelisco, que no fue recuperado sino hasta el Renacimiento. Al hacerse unas obras públicas quedó al descubierto, pero roto y parcialmente enterrado, y se recorrió de su lugar original. En 1748, el canónigo y bibliotecario Angelo Maria Bandini estudia el monumento con el arquitecto inglés James Stuart, cuyos acuciosos dibujos serían en adelante de gran ayuda para los investigadores. Por último, el obelisco, restaurado y funcionando como reloj de sol, quedó en su sitio actual, frente al Parlamento, en la plaza de Montecitorio. Y los especialistas siguen indagando.En otro pasaje de su libro, Plinio explica que hay que recurrir a la sombra que proyecta el sol para determinar los años bisiestos. En 1979 el arqueólogo alemán Edmund Büchner descubre al lado del emplazamiento original una especie de franja o banqueta de más de siete metros de largo, con incrustaciones de letras y graduaciones de bronce: precisamente lo descrito por Plinio, que indica que el acortamiento y alargamiento de los días se medía con signos de bronce sobre una línea de eje norte-sur que probablemente arrancaba del obelisco. Pero tanto la banqueta como los textos de Plinio (quien se queja de que el instrumento ya no funciona) son de la época de los Flavios, más de sesenta años tras la muerte de Augusto. Los cálculos recientes del ingeniero italiano Albèri Auber demuestran que es posible determinar los años bisiestos con la sombra de una vara vertical: la longitud de la sombra que corresponde a una fecha precisa (a mediodía) varía ligeramente de año en año, pero si se añade un día cada cuatro años, la sombra termina por volver a su posición inicial. Siguen adelante las hipótesis y las controversias.(El Journal of Roman Archaeology acaba de publicar un estudio sobre el tema: Supplementary series, núm. 99, 2014.)