Lunes, 13 de Octubre 2025

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¿Desperdigados o amontonados?

Por: Juan Palomar

¿Desperdigados o amontonados?

¿Desperdigados o amontonados?

Es una falsa disyuntiva. No es cierto que solamente se pueda vivir en casitas acomodadas en fraccionamientos o “cotos” cada vez más lejanos, o si no en viviendas mínimas, apeñuscadas y situadas en contextos urbanos saturados y deficientes. Es posible, y necesario, comenzar a regenerar el tejido urbano actual de manera adecuada, y proceder a utilizar los enormes vacíos intraurbanos con nuevos tejidos que vayan consolidando la trama de la ciudad. Con densidades razonables y buen uso de la verticalidad. Es un hecho que actualmente existe una resistencia instintiva de buena parte de la población ante la vivienda vertical, que es una de las principales herramientas para lograr una deseable densificación. Es conveniente intentar una mínima revisión histórica de los antecedentes de este fenómeno en Guadalajara. Las antiguas vecindades ofrecían muchas veces condiciones de hacinamiento y falta de servicios; en cambio, propiciaban la cercanía y conectividad con el contexto urbano y, en los mejores casos, una positiva creación de lazos vecinales. Los primeros departamentos destinados a las clases medias ofrecían una razonable amplitud y en general una ausencia de espacios comunitarios y de convivencia. Una respuesta a lo anterior, en la que vale la pena detenerse, la constituyen las llamadas “privadas” que se construyeron mayormente entre los años treinta y los sesenta del siglo pasado. Las privadas, de las que quedan destacables ejemplos (las del arquitecto Pedro Castellanos  en la calle de La Paz, la de General San Martín o la de Bosque) propusieron núcleos de siete u ocho viviendas agrupadas a lo largo de un espacio jardinado común de carácter semipúblico. La relación de estos enclaves con el barrio era abierta y era posible en ellas establecer agradables relaciones vecinales. Los espacios interiores son dignos y mesurados. Es una tipología que aún hoy, con ciertas adecuaciones, puede ser vigente y viable. Por el rumbo de Mexicaltzingo se han desarrollado recientemente algunas exitosas “privadas” que, con algunas mejoras, parecieran seguir esta tendencia. En donde la verticalidad habitacional ensayada fue problemática, y en ocasiones desastrosa, es en algunos conjuntos de “interés social” de los años setenta y ochenta. La baja calidad arquitectónica y el alto grado de deterioro y descuido de los muy pobres espacios comunes se unieron a la falta de inducción de solidaridades y gestión vecinales. El resultado es ahora un anuncio permanente contra lo vertical, una merecida mala fama para la falta de mixturas de uso y de simple mantenimiento. Son todo lo que no quiere la gente: amontonamiento sin ventajas reales. De allí el abandono del “modelo”. Habría que considerar con cuidado, sin embargo, algunos otros conjuntos habitacionales, entre ellos los realizados por el arquitecto Alejandro Zohn, en donde la calidad de la arquitectura logró que su conservación y aceptación por los usuarios fueran mucho mayores. Es indispensable, ante las nuevas condiciones urbanas, aprender del pasado, y establecer o recuperar nuevos patrones que permitan una adecuada evolución para la ciudad.

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