Por Pablo Latapí Hace ocho días escribíamos aquí sobre cómo el mundo se ha ido olvidando de la misteriosa y sorprendente desaparición del Boeing 777 de Malaysia Airlines, ese del que en este siglo XXI con toda su saturación tecnológica no se ha podido localizar ni un tornillo, dando lugar a la más variada gama de especulaciones que van desde la intervención de seres extraterrestres hasta las malvadas conspiraciones detrás del suceso. De todas las especulaciones hay una que llama poderosamente la atención porque tiene que ver con científicos y grandes fortunas, y que refiere que en el avión habrían ido cuatro científicos chinos que trabajando para un magnate europeo, Jacob Rothschild, habrían desarrollado el invento de un metal líquido que entre otras cosas permitiría la fabricación de todo tipo de prótesis para humano de altísima resistencia y con una flexibilidad desconocida en cualquier metal. La patente del invento la compartirían los científicos orientales con el dueño de la empresa, el señor Rothschild, a partes iguales, con ganancias iguales, y en caso de que alguno de ellos muriera los demás heredarían los derechos. Y la conspiración entonces sería obra del acaudalado millonario que para quedarse con la patente habría orquestado la forma de desaparecer el avión, pero como necesitaba a los científicos vivos para que pudieran seguir desarrollándola, habría pagado a los pilotos para que después de dormir con un gas a todos los pasajeros, dirigieran el avión al Atolón de Diego García, en el Océano Índico, donde habría aterrizado en la pista de una base militar donde sería camuflajeado o abandonado ahí, mientras los científicos eran llevados a un laboratorio donde estarían secuestrados desarrollando el invento. Como prueba de esta teoría se señala que cuatro días después de la desaparición del avión fue aprobada en Estados Unidos la patente del invento a favor precisamente del señor Rothschild. Suena a película de suspenso y acción, pero es tan fascinantemente posible que nos da la oportunidad de imaginar que la trama de tantas películas fantásticas de Hollywood es viable hoy en día. Pero, en contraparte, y a la par de la frustración por no encontrar ni los restos del avión, se da a conocer una noticia que podría hablar de un descubrimiento sorprendente: el investigador y arqueólogo submarino Barry Clifford da cuenta del hallazgo de los restos de un barco, en el fondo del mar frente a las costas de Haití, que podrían ser de la célebre “Santa María”, una de las tres carabelas en las que Cristóbal Colón hizo su primer viaje a las tierras del Nuevo Mundo en 1492. Clifford asegura que hay suficientes evidencias de que se trata del navío que encabezaba a “La Pinta” y a “La Niña”, y en la que viajaba Colón, y que según las cartas del propio explorador encalló frente a las costas de la Isla de Santo Domingo o La Española, esa que hoy en día comparten Haití y República Dominicana. De ser cierto, estaríamos frente a uno de los descubrimientos arqueológicos más importantes de este siglo: de ese tamaño. Pero en fin; así quedan la desaparición del avión y la aparición de la “Santa María” para echar a volar un rato la imaginación y desarrollar todavía nuestra capacidad de asombro en este siglo XXI.