Dicen que lo más difícil, para una persona que se ha encumbrado en la fama y el poder, es dejarlo. Que la mejor faena del torero es cuando sabe retirarse a tiempo. Pues resulta que muchas familias en nuestra sociedad tienen negocios más o menos exitosos, pero dirigidos por un potentado abuelo o jefe de familia que no sabe dejar el trono a tiempo a sus herederos. Peor aún, hacen sentir a sus hijos que ninguno es tan fregón y capaz como él. Que no tienen las agallas y el tamaño para dirigir la empresa, lo que ellos han hecho con mucho esfuerzo, tenacidad y talento. Pruebas van y acertijos aparecen, y ningún mocoso está a la altura de su gran experiencia y visión. Es casi imposible hacerle sentir que ya llegó la hora de dejar el poder y de retirarse. Regularmente invitan a uno o varios de sus hijos a que formen parte de los cuadros gerenciales, pero para hacerles ver quién es el que manda y el que sabe. Simplemente les gusta exhibir su liderazgo y gran control de la situación. Desde luego que lo suelen realizar con manoteos, desplantes de grandeza y, sobre todo, humillando a los novatos que creen que algún día dirigirán la empresa. En el fondo se sienten amenazados por el talento, modernidad, frescura y empuje de sus hijos, pero lo compensan con la chequera en la mano y con las decisiones caprichosas de lo que se debe hacer en el negocio. Las opiniones de sus vástagos son inmaduras y faltas de experiencia. Muchas empresas familiares se han hundido en el fracaso porque no supieron renovar los cuadros dirigentes con sangre nueva y, sobre todo, pasarle la toma de decisiones a las nuevas generaciones. No aprendieron a ser humildes y a dejar paso a los futuros líderes. Como si sólo la muerte los hiciera pensar que todo llega a su fin. Les cuesta mucho trabajo heredar en vida y enseñarles a dirigir la empresa con cordura y experiencia, retirándose a tiempo, con todos los honores y la sabiduría. Las dramáticas y dolorosas tragedias de los hijos, que pasan años bajo la sombra y la autoridad paterna, esperando algún día dirigir la empresa, acaban por convertirse en frustración, desánimo, conformismo y desinterés. Ya lo único que importa es librarse de la bota autoritaria del padre. Los hijos de importantes empresarios, políticos y dueños de fama y poder deben hacer todo lo posible para que sus hijos se preparen muy bien en la vida, para que algún día asuman la responsabilidad y el compromiso que les espera. Pero, al mismo tiempo, los potentados padres deben también prepararse para dejar el poder y la silla de líder, y hacerlo con responsabilidad y, sobre todo, con verdadera y auténtica humildad. El buen maestro debe aceptar que el alumno lo va a superar. No hay que temer a que lo hagan mejor y a que hagan las cosas de diferente manera. Ceder el poder a tiempo es parte del éxito.