Por María Belén Sánchez, fspEn realidad la vida nunca es precisamente fácil, aunque haya quienes hagan de todo por sacarle la vuelta a la dificultad.En esta época de sismos, tormentas, ciclones y desastres mundiales, nos toca reflexionar seriamente en qué es lo que estamos haciendo. Las noticias nos abruman, pero si a esto se le añade la apabullante cantidad de profecías, vaticinios pronósticos y predicciones, aquello se vuelve agobiante.Ciertamente hay cosas que tenemos que analizar razonablemente, pero hay otras que no podemos hacer un lado ni restarles importancia.No es indiferente, hay que preguntarnos en serio: ¿qué es lo que estamos haciendo colectivamente como humanidad en nuestro planeta? Hay que recordar aquel viejo adagio:Dios siempre perdona;los seres humanos a veces perdonen, perola naturaleza nunca perdona.Y en la actualidad no son pocas las agresiones que le estamos causando a nuestro planeta, desde los objetos no degradables que le arrojamos, hasta la cantidad de chatarra que desechamos en nombre de la tecnología y si a ello añadimos los intentos ya fuera de control,que van desde pruebas nucleares -o como les llaman-; hasta la cantidad incontrolada de autos que contaminan nuestras ciudades, y luego la indiferencia en los cultivos, o la manipulación de los mismos.Todo esto, es la mínima puntita de un iceberg que nos amenaza con mucha más fuerza que los huracanes que constatamos, aun los que vivimos lejos de su zona de alcance drástico, sentimos efectos de lluvias y temblores anormales.Y si a todo esto sumamos lo ya anteriormente dicho con un déficit de producción que no satisface la comercialización, entonces el desequilibrio manda la balanza al otro extremo y la economía da pie a que los peces gordos se aprovechen para devorar a los más débiles.La tecnología nos ha hecho creer que estamos creciendo en inteligencia, pero nos damos cuenta de que no crecemos ni en libertad ni en conciencia, ni en responsabilidad, ni en otros valores que son pilares en el propio desarrollo espiritual de cada ser humano.El verdadero amor, la fidelidad, el respeto a la palabra dada, el cumplimiento de las promesas o votos, la obediencia a las leyes divinas y a las más elementales de la naturaleza misma… lealtad, veracidad, honradez… en ocasiones ya ni sabemos de qué se habla, ¿han pasado a ser conceptos vacíos?Antes bien, al darle la prioridad a lo físico: a los sentidos y a los instintos, nos alejamos de aquellaintuición luminosa que en determinado momento nos hacía creer que estábamos a punto de tocar el cielo.En fin, si todos los acontecimientos que estamos presenciando o viviendo no nos dan para reflexionar y decidirnos a dar una vuelta en U, no culpemos a Dios de las consecuencias.
