Viernes, 23 de Mayo 2025

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Cuando París está más cerca que Guerrero

Por: Ivabelle Arroyo

Cuando París está más cerca que Guerrero

Cuando París está más cerca que Guerrero

Este fin de semana, el mundo se estremeció con los atentados terroristas en Francia. En cuanto la noticia se esparció, las redes sociales mexicanas, los comentarios de sobremesa y las charlas de bar se llenaron de solidaridad. La gente sacó sus anécdotas, sus banderas, sus fotos. En las redes los mensajes iban desde el dolor hasta el esnobismo.

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La reacción masiva generó una contra reacción: ¿por qué tanta alharaca por París si aquí tenemos nuestros propios muertos? ¿Por qué sólo por París y no por Beirut? ¿Por qué rezar por los franceses y no por los nigerianos? ¿Por qué hay tal reacción ante un fenómeno criminal que ocurrió a más de 9 mil kilómetros de aquí?

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Las preguntas son molestas porque son válidas, pero creo que sí hay una razón que explica el vuelco masivo hacia las noticias de París.

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Me explico. París representa muchas cosas. Empiezo por la parte más banal: París hoy es una marca. Una marca internacionalmente conocida: la torre Eiffel estuvo en las caricaturas con las que crecimos. En nuestro mundo, las marcas se cuelan a la vida privada y tienen un lugar en nuestras emociones. Es ridículo, pero es.
Antes de ser una marca, París fue un símbolo de belleza. Y después de ser un símbolo de belleza, fue una bandera de libertad que ondea hoy en nuestras leyes, nuestras ideas, nuestros discursos. Francia es lejana, pero no nos es ajena.

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Ahora bien, creo que hay una razón adicional mucho más poderosa que la marca, el símbolo o la bandera. Los seres humanos necesitamos ejemplos de civilizaciones exitosas, de lugares en donde se come a diario, se vive, se bebe y se muere bien, sin infiernos. Necesitamos saber que es posible construir civilización y París, como muchas capitales europeas, representa ese anhelo. Lo pondré mucho más simple: necesitamos saber que hay un mundo lindo. Que existe. Y no es que París sea exactamente así, tiene sus problemas, pero representa para muchos ciudadanos del planeta la idea de un mundo bien hecho, un anhelo de sociedad. Y ahí es donde está la paradoja: al mundo lindo no puede pasarle absolutamente nada, no puede caer una moneda ensangrentada porque suena como una bomba. El razonamiento colectivo es este: si el lugar que creemos que es idílico de pronto desaparece para hundirse en la realidad de un agujero violento, feo, irracional, con miedo, donde pueden matar a tus hijos mientras están sentados en un café, entonces, ¿qué queda para el resto de los países? Los asesinatos en París sacuden más que los de otros lugares no porque duelan más unos muertos que otros sino porque da mucho miedo saber que todas las ciudades del mundo, todas, también las de luz, pueden vivir el horror.

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