Martes, 13 de Mayo 2025

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Conmiseración con Haiti

Por: José Luis Cuellar de Dios

Conmiseración con Haiti

Conmiseración con Haiti

Con cerca de mil muertos, cientos más desaparecidos y decenas de casas totalmente destruidas, llama la atención la escasa respuesta de auxilio que nuestro país —gobierno y sociedad—ha manifestado hasta ahora. Haití, un país del continente americano con una población de aproximadamente 10 millones cuyo malhadado destino —su posición geográfica—se convierte en victima frecuente de fenómenos naturales altamente destructivos que lo dejan roto y en desorden. Tan solo  imaginar las penalidades indecibles que miles y miles de haitianos, en medio de la nada y cargando a cuestas con una densa retahíla de grandes infortunios que en estos mismos momentos padecen, debería llenar de congoja a cualquier ser humano. Pareciera que Haití es un país que nunca les pertenecerá a sus habitantes, niños, mujeres, jóvenes y ancianos siempre desconsolados por una u otra desgracia.

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Si bien desde los primeros momentos de la tragedia causada por la furiosa embestida del ciclón Mathew se dispuso la ayuda por parte de las correspondientes ONG, no ha resultado hasta ahora suficiente tal apoyo. Recordando otras desgracias parecidas, a estas alturas, tanto gobierno como sociedad de nuestro país ya habían emprendido acciones, el gobierno con recursos económicos y materiales, la sociedad con centros de acopio. Hasta ahora estas iniciativas se han visto desconectadas, pálidas e indecisas. Resulta perturbador que no se cumpla con un compromiso netamente moral: la solidaridad. Son ocasiones en los que ayudar significa encarnar nuestra calidad humanitaria dejando huella de la presencia de México, no dando lugar a que aparezca uno de los lados más oscuros de nuestra condición humana.

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Habrá que alejar la postura cómoda, aquella en la que la sensación en los sectores involucrados en la ayuda es que la tragedia ajena no nos afecta y por lo tanto no nos compete. La ayuda humanitaria, en este caso al pueblo de Haití, es prioritaria así hayan intervenido las ONG, es un ejemplo de sensibilidad que deberá convertirse por siempre y para siempre en una creación cultural con alta obligación moral.

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Da la impresión de que los problemas que padece México ahora mismo, tanto gobierno como sociedad, nos han refugiado en la indiferencia, fenómeno que corre el riesgo de deshumanizarnos y no, no debería ser así, hay causas que requieren sacrificios, esta es una de ellas. A fin de cuentas los apoyos de las ONG, de otras comunidades, de otros países significan la promoción de valores que facilitan la convivencia y la búsqueda de la solidaridad. No pasemos por alto que habitamos un planeta que por la influencia de muchos factores se presenta deformado, lo que ha convertido a buenas zonas del mismo en regiones geográficas hostiles y deshumanizadas. Aun es tiempo de ir en auxilio de los habitantes haitianos que esperan un mínimo de conmiseración de parte de todos los países, no los dejemos cubiertos por la despiadada nube del olvido.

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Nota: casualmente al escribir la presente colaboración se anuncia el programa gubernamental de asistencia para Haití, por parte del gobierno federal, toca el turno a la sociedad civil.

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