Todo empezó desde que empezó. Felipe Calderón Hinojosa no ganó las elecciones, según la convicción de millones de mexicanos y variadas, y múltiples evidencias. Calderón llegó por la puerta trasera del Congreso de la Unión a rendir protesta, en un recinto legislativo rodeado por miles de soldados y policías. Tenía el poder, pero no la legitimidad. Entonces acudió a una vieja estratagema del poder: crear o magnificar una amenaza para legitimar el uso de la fuerza, esforzarse por unificar a la opinión pública a su favor y tratar así de ganar la legitimidad que el pueblo no le dio en las urnas. Matices más o matices menos, así se explica el origen de la guerra en contra del narcotráfico lanzada por Calderón el 11 de diciembre de 2006, a 11 días de que tomó su cargo. Seis años después de la declaratoria de guerra de Calderón, el país padece el peor ambiente de violencia, quizá desde el periodo de la Revolución mexicana. Para enfrentar esa guerra, Calderón se apoyó en las Fuerzas Armadas tal vez como pocos presidentes de México en la época posrevolucionaria. En su sexenio Calderón aumentó 70% el número de efectivos militares en las calles al pasar de 30 mil en 2006 a 51 mil elementos en 2011, sextuplicó el número de policías federales (había seis mil al inicio del sexenio, este año hay 36 mil efectivos, la mayoría militares) y multiplicó el presupuesto destinado a las Fuerzas Armadas y de seguridad pública, muy por encima de las tasas destinadas a áreas como educación, salud o pobreza. En seis años Calderón invirtió más de 515 mil millones de pesos en las áreas de seguridad pública. Una de las consecuencias que ha tenido la guerra de Calderón consiste en hacer habitual la presencia de las Fuerzas Armadas en operativos, retenes y patrullajes callejeros, con la presencia de soldados, marinos o policías federal. Es un proceso que pretende que nos habituemos a la presencia militar en la calle. El proceso de militarización ha crecido consistentemente en el último sexenio: además de aumentar 70% la presencia de soldados en las calles, cuadros militares se han ido apoderando de la seguridad pública del país. Según un estudio del CIDE coordinado por Mariclaire Acosta, en 14 de los 32 estados la República, los titulares de la dependencia encargada de la seguridad pública son militares, mientras que en seis entidades los encargados de las instituciones policiacas locales provienen del ejército, sin contar la presencia de militares al frente de policías municipales o de algunas agencias estatales de seguridad en 25 estados. A cambio del apoyo recibido por las Fuerzas Armadas, Calderón lanzó guiños militaristas como pocos mandatarios habían hecho en el pasado reciente. El mismo Calderón se vistió de militar y aumentó 150% el sueldo de los soldados durante el sexenio. Las consecuencias de todo esto ya son visibles en México. Los militares ganan peso en la vida del país a pasos acelerados. 88Pareciera que el país hubiera sufrido un golpe de Estado militar sin darnos cuenta.