Domingo, 18 de Mayo 2025

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Buscar a los hijos en las fosas

Por: Rubén Martín

Buscar a los hijos en las fosas

Buscar a los hijos en las fosas

Algo brutal ha estado cambiando la subjetividad de los mexicanos como para crear la situación en la que el hallazgo de fosas clandestinas, despierte ligeras esperanzas en los familiares que tienen un desaparecido. Así es: albergar la esperanza de que el hijo desaparecido por semanas, meses o años al menos se encuentre en esas tumbas clandestinas cavadas a dos manos entre el Estado cómplice y criminal, y el crimen organizado que financia y es tolerado por el Estado.

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Es un hecho dramático y terrible el que una madre, un padre, esposa o hijos puedan esperar cierto consuelo en el hecho de que el cuerpo de su padre, hermano, esposo pueda estar en las llamadas fosas clandestinas cuya existencia ha crecido al mismo ritmo que los muertos y desaparecidos en esta absurda guerra contra el narcotráfico desatada por Felipe Calderón Hinojosa y continuada por Enrique Peña Nieto.

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¿De dónde viene o cómo se produjo esa especie de cierto alivio en los cuerpos y almas de los familiares de los desaparecidos? No es algo que no existiera de siempre, es algo que se ha ido construyendo en los últimos años.

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Los testimonios de los familiares organizados que tienen una persona desaparecida indican que el alivio viene del hecho de que es profundamente doloroso y desgarrador tener un hijo desaparecido que muerto; que es más duro y estremecedor cargar con el dolor y la pena de saberlo desaparecido, sin tener certeza de si vive, come, que encontrar el cuerpo aunque sea en una fosa ilegal.

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La guerra desatada por el Estado en asociación y complicidad con el crimen organizado que asola a la mayoría de la población ha creado la situación donde lo peor que le puede pasar a una madre o padre es tener un hijo desaparecido. Antes se decía que lo peor que podía pasar era la muerte, ahora no. Lo peor es tener un hijo desaparecido.

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Por eso cuando los particulares o autoridades descubren una fosa clandestina (o narcofosa según el lenguaje del México de la modernidad criminal) a muchas familias se les despierta una ligera y dura esperanza de encontrar al hijo o familiar que se busca, en esas fosas.

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Así ha pasado en esta semana en dos puntos de la geografía del dolor que ahora es México: en Carrizalillos, municipio de Eduardo Neri, en Guerrero y en el poblado de Tetelcingo, municipio de Cuautla, Morelos.

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En Carrizalillos, la detención de Modesto Peña Celso, de Guerreros Unidos, llevó a la revelación de cuerpos enterrados en fosas clandestinas en los cerros circundantes. Hasta ahora se han encontrado dos fosas con cinco cuerpos.

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Los enterramientos clandestinos no son acción exclusiva del crimen organizado. En Tetelcingo, se encontró en el cementerio de la localidad una fosa con más de 100 cuerpos sin identificación. En este caso, el masivo enterramiento de personas sin identificar corrió a cargo de autoridades estatales.

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Es tan malo el tiempo de violencia y terror (necropolítica según la definición del camerunés, Achille Mbembe) que vivimos en México, que algo tan terrible como las fosas clandestinas despierta esperanzas en los familiares de los desaparecidos.

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