Domingo, 19 de Mayo 2024

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Amalia Guerra

Por: Maya Navarro de Lemus

Amalia Guerra

Amalia Guerra

Para Toni Guerra, vida labrada con letras y… pincel

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Iniciaré con una frase suya: “El arte es lo único que quita lo grotesco a la vida”. En el marco de la Feria Internacional del Libro (FIL) escribo con admiración  y no con la sapiencia de la cual Amalia Guerra es merecedora. Mis faltas discúlpenlas, sólo léanla como una de las grandes cuentistas de la Literatura Jalisciense y Mexicana. Amiga y colega de otros grandes de este linaje: Juan José Arreola, Juan Rulfo,  Elías Nandino, Alfonso Reyes, Arturo Rivas Sáinz. Nacida el 25 de septiembre de 1916 en Tlalpujahua de Rayón, Michoacán, después de una  breve estadía en el DF en los años treinta llega a estas tierras tapatías, aquí sus musas literarias le inspiran escribir RETORNO AL ECO, antología personal y selección de los textos: “El Vuelo“ (1974), “Las Ataduras” (1985), “La Fiesta” (1993), y ocho más inéditos: “Laberinto”, “Viaje Z”, “Amado Franz”, “Huapango de lutos”, “El ángel soy yo”, “Más allá del sueño”, “La paciente del doctor Luriani”, “Un cuento con  polilla” y “A pesar de la niebla”. Son cuentos fantásticos, realistas, amorosos y como expresaba Willian Faulker: “El cuento es más difícil y disciplinado que la prosa. En un cuento casi todas las palabras deben estar en su ubicación exacta”. Y con sus mismas palabras Amalia se describe: “Lo poco que he hecho, lo he hecho con mucho amor”. Fue una escritora no académica, no con Universidad, su pasión por la lectura fue irrefrenable. Dulce María Zúñiga, prologadora de mucha de su obra, dice: “Amalia Guerra ha sabido seguir la línea de su deseo de aprehensión del mundo, y ha trazado un itinerario rico y sutil, que nunca se ha separado de lo esencial de la vida, sino para poder apreciarlo en la distancia y traducirlo en caracteres de imprenta.”

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Dejaré que su pluma nos transite por su autobiografía y confirmemos su pulida escritura con este fragmento:

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“Mi madre tenia un pequeño espejo al que prestaba especial atención; no por mirar en él sus propios reflejos, pues mi madre no era vanidosa. Su interés era de otra índole. Un día el espejillo apareció quebrado, así nada más, sin motivo aparente, y ni siquiera ella supo la razón. Sabía en cambio que ciertos cristales eran tan sensibles que una aguja de luz o un vientecillo helado podía astillarlos. Con premura recogió fragmentos de variadísimas formas y los guardó en su corazón. Sólo uno dejó  frente a la luz y al aire, pues aunque había quedado tan disforme y podría distorsionar lo mismo la belleza que la fealdad, ella presintió las reverberaciones. Sucedió un día que el espejillo se empañó. No lo pudo limpiar ni con el  agua verde de sus ojos, y se puso muy triste al mirar su pedacito enturbiado. Ahora soy la dueña absoluta de aquella especie de reliquia, y más aún del misterio de su empañada superficie. Alguien me dijo que lo echara a la basura, pues guardar semejante bagatela era dañino y enfermizo. Otros decían que era mal agüero, que era nada. Pero allá, tras su opalina capa, se han reflejado cosas... sucesos, imágenes que pasan y se quedan… vuelos retozones, alas quebrándose, en la ruta, viajes sin itinerario y sin retorno, follajes matizados por la luz, risas de soles infantiles, el llanto de las nubes estivales y el paso de los hombres…”.
Cercana a sus raíces, amante  de la música Purépecha, con cuentos como “Las Musas”, “Novela Homeopática”, “Las muertes” y “Enigma”,  que comprueba  con exacta medida otro de sus talentos: El verso…

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“Sólo se de este cuerpo que se desmorona, corazón que gotea, manos tendidas en la espera. Andar por caminos sinuosos fuera del tiempo…Van cayendo las máscaras al espejo que refleja la desnudez del que llega y se va envuelto en Enigmas”.

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Esta breve semblanza honra y confirma lo expresado por Ernesto Flores, Premio Jalisco de Letras: “La más grande escritora del siglo fue Amalia Guerra”. Reconocida con el mismo Premio Jalisco de Letras en 2001, llevándose esta distinción el 7 de julio de 2014 cuando falleció, yéndose  al Parnaso de las Musas… donde habitan sólo los notables.

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