Viernes, 26 de Julio 2024

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Ahí viene

Por: Vicente Bello

De la historia  que se escribirá este año, en los territorios del Congreso de la Unión, ayer el PAN y el PRD comenzaron a escribir el prólogo. Un prólogo que se pergeñará no a dos manos, sino a tres, porque allí viene también el PRI.

Panistas y perredistas presentaron sus agendas legislativas. Y con lo que han planteado, se asumieron en los hechos en algo así como la avanzadilla de los priístas. En los escribidores (déjelo así, señor corrector, como un homenaje a la memoria de Rafael Ramírez Heredia, El Rayo Macoy) del borrador de una historia cuya acento final es demasiado probable que lo vaya a poner el Revolucionario Institucional.

Se sabe en el Congreso, en la calle, en todas partes, que Enrique Peña Nieto desde que era candidato ofreció dentro y fuera del país  la reforma energética con miras a adentrarse en su privatización.  

Ayer, en Puebla, adonde se reunieron los senadores panistas para la fabricación de la agenda de marras, han acordado que impulsarán la reforma energética para abrirla a la participación privada.

Ernesto Cordero, senador jefe de la bancada panista, subrayaba que eso es lo que se quiere en el Partido Acción Nacional: “permitir las inversiones privadas en el sector, abrirlas a la competencia y con ello impulsar la modernización y adecuación de Petróleos Mexicanos y de la Comisión Federal de Electricidad para establecer alianzas con otras compañías”.

Y remachaba él, que fue el secretario de Hacienda y Crédito Público con Felipe Calderón: “La competencia le puede hacer muy bien al sector energético mexicano desde la producción, la transportación, el almacenamiento y la distribución de los combustibles, lo que permitirá generar una mayor eficiencia y disponer de ellos a mejores precios”.

Y en San Lázaro, este jueves, la dirigencia nacional del PRD y sus diputados sostuvieron una reunión preparatoria  de la asamblea plenaria que celebrarán en Ixtapan de la Sal, los días 28 y 29 próximos.  

Ciertamente los perredistas no dijeron que apoyarán la reforma energética en los términos en los que, al parecer, ya coincidieron panistas y priístas,  pero  hablaron como quien se sabe perdido de antemano, y con el tono justificatorio, fatal, que suele acostumbrar la izquierda mexicana.

Jesús Zambrano declaró que “el 80 por ciento de los 95 compromisos del Pacto por México reflejan la agenda legislativa del Partido de la Revolución Democrática”.  Y, como para asegundar el dicho de Zambrano, el coordinador de la bancada de diputados perredista, Silvano Aureoles, también expresó: “Algunos diputados de la bancada han asegurado que el Pacto por México plagió 80 por ciento de las propuestas del PRD”.

Nada dijeron los perredistas del otro 5 % del Pacto por México, que ellos firmaron. Un Pacto cuestionado por el otro sector de la oposición izquierdista, que dice que la cúpula del PRD sólo está siendo utilizada por Peña Nieto para legitimar legislaciones que definitivamente habrán de cambiar el modo de caminar de la República, sin que necesariamente se vaya a beneficiar la mayoría de la población.

En San Lázaro, lo mismo que en el Senado, todos estos días de preparativos de agendas legislativas, ha surgido, imparable, el debate sobre el fondo y la forma de cuanto se está planteando con el aderezo de las buenas intenciones.  

Y el pronunciamiento del PAN, ayer, formalizado en la agenda legislativa,  exacerbará sin duda el jaloneo entre el argumento y el contra argumento, en los días que vendrán.  

Una reforma energética requiere de los dos tercios aprobatorios en las dos Cámaras del Congreso, porque implicará por supuesto hacerle cambios a la Constitución, en cuyo Artículo 27 actualmente prohíbe terminantemente lo que ahora pretende y anuncia el PAN y el PRI.

Dos tercios en San Lázaro son 334 votos, de 500. Y 85, de 128, en el Senado. Es fácilmente alcanzable en las dos Cámaras si se les mira caminar en el mismo sentido el PRI y el PAN, acompañados por la rémora de aquél, el PVEM.

Lo que no será fácil, muy probablemente, es el camino a San Lázaro, el día en que estuvieran votando la reforma energética. Una reforma de este calado sin duda va a concitar manifestaciones en contra. De hecho, ya las advirtieron partidos políticos como el PT y el de Convergencia, así como líderes opositores como Andrés Manuel López Obrador.

Las agendas suelen ser un mamotreto de más de 40 hojas atiborradas con buenas intenciones; es decir, docenas de propuestas de iniciativas de ley, muchas de las cuales no irán más allá de las gavetas de los archivos de las comisiones ordinarias, a las que están destinadas para su revisión y dictamen.  Tales gavetas son conocidas en el argot parlamentario mexicano como las “congeladoras”, porque ahí se quedan, tiesas, sin avanzar; porque para que una iniciativa avance tiene que tener el visto bueno de las cúpulas partidistas, y no siempre lo tienen.  

Más allá de sólo es 5% que ha interesado al Ejecutivo Federal,  o mejor aún: el 1%, expresado en las reformas energéticas, fiscal y algunas otras dos o tres por ahí,  el resto, para desgracia de la mayoría de los legisladores mexicanos, tendrá muyprobablemente el destino de la morralla legislativa: la congeladora.

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