Lunes, 19 de Mayo 2025

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* ¡Revancha!

Por: Jaime García Elías

* ¡Revancha!

* ¡Revancha!

Lo dicho: estaban dadas las condiciones para que hubiera revancha… ¡y la hubo!

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En efecto: ganó el América; lo hizo en la cancha del Guadalajara; se cobró cara la afrenta de la séptima fecha de la campaña regular, cuando los rayados ganaron por 3-0 en el Azteca. Y lo más importante: la victoria de ayer pone a los capitalinos, en teoría, a dos pasos del título que buscan a manera de cereza en el helado de los festejos del centenario de su fundación.

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El 3-0 de hace tres meses, así, queda en calidad de anécdota; el 1-0 de anoche, en cambio, es historia.

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La clave del resultado consistió en que el América tuvo, en la dosis mínima, algo de lo que el Guadalajara careció esta vez en absoluto: contundencia.

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Los rayados dieron la sensación de haber entrado a la cancha con una sola consigna: destruir todo lo que intentó construir un América que, por lo demás, dista mucho de ser un gran equipo. Empero, el trabajo casi perfecto que los locales, en esa tesitura, realizaron durante el primer tiempo y diez minutos del segundo, se fue por la borda merced a la genialidad con que Oribe Peralta escribió, de su puño y letra, la historia del partido: un pique para retroceder desde la boca del marco al límite del área chica, y un fulminante martillazo frontal.

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Y fue todo… Antes de ese gol, a raíz de la inoperancia de las dos escuadras, los porteros, en un partido áspero, tijereteado, carente en absoluto de brillantez o de clase, sólo habían tenido un apremio de cada lado: para Muñoz, poco antes del descanso, un tiro-centro de Cisneros, por la izquierda, resuelto con un manotazo; para Cota, un fusilamiento de Quintero, por la derecha, que resolvió, de hinojos, cediendo el corner del que resultaría la solitaria anotación. Después, los afanes desesperados de los rayados por salir del hoyo; la incorporación de todos los atacantes que había en la banca (López, Calderón, Bueno), con lo que hubo cantidad, pero no calidad ni, mucho menos, claridad en el ataque.

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Lo que sobró de músculo faltó de seso. Ninguno de los dos equipos mostró empaque de serio aspirante al título… Quedó, así, la sensación de que, más allá de que se consumó la revancha que buscaban los capitalinos, ganó —y sigue vivo, por tanto— no el mejor… sino el menos malo.

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