Lunes, 13 de Octubre 2025

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— Ni tan mocha...

Por: Jaime García Elías

— Ni tan mocha...

— Ni tan mocha...

Al final de la película, una vez que concluyó el polémico (a priori) paseo ciclista al desnudo, de que varios de los participantes en el mismo decidieron echarle peligro al asunto, retando —sin decirlo abiertamente, desde luego— a los policías que resguardaban al contingente a que aplicaran a rajatabla el Reglamento Municipal de Policía y Buen Gobierno, como advirtieron que lo harían, y remitieran a la demarcación a los infractores y los sancionaran “por faltas a la moral”, sin que hubiera nada de esto último, hubo quien difundió, urbi et orbi, su conclusión del episodio: —Es que Guadalajara ya dejó de ser la ciudad mocha que era... —II— Mocho, según el Diccionario de Mexicanismos, significa “falso devoto, excesivamente religioso”. Los tapatíos han cargado sobre sus espaldas, desde tiempo inmemorial, el sambenito de proclives a la mochería. Y no precisamente porque sean modelos de congruencia con los preceptos de la religión mayoritaria —la católica, obviamente—, sino por llevar la religiosidad al fanatismo... y, sobre todo, por incurrir en actitudes farisaicas. (Los fariseos, antiguamente, eran una secta cuyos miembros aparentaban rigor y austeridad, pero en la práctica tendían a la disipación y a los vicios). La mochería, por tanto, es, sin más, sinónimo de hipocresía o fingimiento. Unos tiempos traen otros, dicen. Así, aun en la hipótesis de que el hecho de nacer o vivir en Guadalajara imprima carácter y condicione la manera de ser de los tapatíos, es indudable que los vientos de la secularización también soplan por estas latitudes. En consecuencia, la jerarquía eclesiástica no tuvo necesidad de desgastarse con algún pronunciamiento admonitorio, condenatorio o anatematizador al respecto. —III— Lo más probable es que los clérigos que se enteraron del proyecto, lo hayan visto como lo que era: una ocurrencia lúdica, ciertamente audaz, provocativa —más en el aspecto político que en el sexual—, pero no como una señal de que las costumbres se han degradado... ni, mucho menos, como un indicio de que la pacata y más bien conservadora Guadalajara, esté convertida en la antesala del infierno, o de que algunos de sus hijos —o entenados— estén haciendo méritos para que sobre ella se desaten —atroces, incontenibles— las iras de un nuevo Diluvio Universal, como el que Dios desató en la antigüedad para castigar los pecados de Sodoma y Gomorra... (aunque los rayos y las tempestades que casi seguramente veremos en los próximos días, hagan pensar que sí). JAIME GARCÍA ELÍAS / Periodista y conductor radiofónico.

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