Miércoles, 15 de Enero 2025

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* Mercenarios

Por: Jaime García Elías

* Mercenarios

* Mercenarios

Lo contaban como chiste... Cabalga John Wayne por una de las consabidas praderas del Oeste en que se mueven los cowboys. De repente, se detiene. “Hay cien mil indios delante de mí...”, observa. Voltea a un lado. “Hay cien mil indios a ni derecha...”. Voltea hacia el otro. “Hay cien mil indios a mi izquierda...”. Voltea hacia atrás: “Hay cien mil indios detrás de mí...”. Imperturbable, decide: “Hay una solución: volverme indio yo también”.

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Se diría que es el caso de las decenas de jugadores extranjeros —sudamericanos en su gran mayoría— que  se han incorporado al futbol mexicano, y que han decidido naturalizarse; (es decir, “volverse indios también”)...
Se diría, si no fuera porque empiezan a aparecer indicios de que no se trata de decisiones personales de los jugadores, motivadas por el legítimo deseo de cerrar su carrera como futbolistas y arraigarse en México, donde muy probablemente han formado una familia y donde han hecho relaciones de amistad o de negocios que les abren interesantes perspectivas de futuro... sino consecuencia de las presiones de los dirigentes de clubes.

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Mauro Boselli (“Mural”, II-3-16) adoptó la nacionalidad mexicana, a los dos años de haberse enrolado en las filas del León, de la misma manera como en la etapa anterior de su carrera adoptó la nacionalidad italiana. Lo hizo a petición de los dirigentes del León, a partir de la premisa de que los equipos pueden burlar con relativa facilidad la limitación de extranjeros que establece el Reglamento de Competencias, apelando al sencillo expediente de gestionar la naturalización de los jugadores que ya cumplen con el requisito de los dos años de residencia en México.
Boselli atribuye la argumentación a Jesús Martínez Murguía, presidente de los “Panzas Verdes”: “¿Por qué nos tenemos que quedar afuera de esto si el Reglamento lo permite? (...) ¿Por qué tenemos que dar una ventaja que todos los demás clubes están aprovechando...?”.

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Podrá decirse, en efecto, que son, por una parte, las reglas (no escritas) del juego: si México no produce la materia prima necesaria para las exigencias del espectáculo del futbol profesional, queda el recurso de contratar mercenarios, a los que el diccionario —sin la menor intención de ofender— define como “tropa que por estipendio sirve en la guerra a un poder extranjero”.
Después de todo, en este mundo —y en estos tiempos— nos tocó vivir...

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