Es una pena que, para comenzar el año, antes de someterse por primera vez a la prueba del ácido del comportamiento que tenga su equipo sobre la cancha, Tomás Boy ya haya puesto una nota de mal gusto en su desempeño como técnico —reciclado por tercera vez— del Atlas… * De hecho, quizá como parte de su estrategia, a los pocos días de hacerse cargo del equipo, Tomás ya había abierto la boca un poco más de lo que aconseja la prudencia (para no caer en el riesgo de que se le meta alguna mosca, como advierte la conseja), al hablar de supuestas maniobras orientadas a favorecer al Atlante, adversario directo de los rojinegros en la lucha por evitar el descenso, a dirimirse al cabo del inminente Torneo de Clausura… No tuvo que esperar demasiado por la reacción: los dirigentes azulgranas lo tildaron de “chillón”… y el propio Gustavo Guzmán, cabeza visible de la nueva directiva rojinegra, coincidió en que el adjetivo le queda a la medida. * Como para dar la razón a propios y extraños, Boy reincidió. Lo hizo al calificar de “vividor” —sin nombrarlo— a su antecesor en el cargo (Omar Asad). La intención, obviamente, consiste en curarse en salud: en buscar a un tercero para endosarle, a priori, las cuentas mochas que pudiera ofrecer al final de la campaña, antes de hacer, como profesional, el esfuerzo para aprovechar todos los aspectos que tiene a su favor: primero, el colchón de ocho puntos de ventaja sobre el Atlante en el tabulador del descenso; segundo, la ventaja de que el Atlas ya no tendrá que jugar contra los rivales que le asigna el calendario cada semana, sino contra sus propios dirigentes (los de antes), sumidos en una crisis crónica (valga la paradoja) económica; tercero, el consenso que hubo a favor de su designación —la de Tomás— como técnico, porque en las memorias rojinegras queda el recuerdo de su exitosa campaña en el anterior Torneo de Clausura, cuando el equipo, en plena recta final de la etapa regular, llegó a ser líder de la clasificación general…, a cambio de la extraña amnesia con respecto a lo sucedido en el Apertura-2012, cuando los rojinegros consiguieron (ante el Pachuca, por cierto) una sola victoria. * Moraleja de la historia: no hay llorón más desagradable que el que aprende a llorar antes de que le peguen.
