Sábado, 07 de Diciembre 2024

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— Distorsiones

Por: Jaime García Elías

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Evocaba ayer el gobernador de Jalisco, con un cierto dejo de reproche, los tiempos en que los jugadores del equipo de futbol profesional de Primera División de la Universidad de Guadalajara percibían salarios desproporcionadamente superiores a los que percibían los investigadores de la propia casa de estudios. La remembranza (vinculada, muy probablemente, con los tiempos del actual gobernador como estudiante de la misma Universidad) pasó de largo por una circunstancia: que aunque “El equipo que nació grande” —como entonces se le publicitaba— nunca conquistó un Campeonato de Liga, ciertamente reportaba más renombre (aunque ese vocablo no sea sinónimo de prestigio) a la Universidad de Guadalajara que todos los científicos consagrados en cuerpo y alma, teóricamente, a la investigación. —II— Lo esencial, en todo caso, es que el reproche era —y es, en un descuido...— incuestionable. Aquel equipo de futbol profesional desapareció, porque se decidió, en un rapto de pudor y de respeto a los ciudadanos cuyas aportaciones económicas —vía impuestos— hacen posible el funcionamiento de la Universidad, que el simple hecho de su existencia, más las informaciones relacionadas con las escandalosas cifras que implicaba mantenerlo en operación, resultaba ofensivo para la sociedad. El hecho implicaba un escandaloso desvío de los recursos económicos de que dispone la universidad pública, para actividades plausibles desde cierta perspectiva... pero desvinculados de la razón de ser de la institución. Se trataba, pues, de una distorsión inadmisible. Para decirlo con las mismas palabras que utilizó ayer el gobernador para referirse al tema: “Era un mensaje totalmente inadecuado (porque) se reconoce más el show y el espectáculo que la función propia de la Universidad que es el proceso de enseñanza-aprendizaje y la transmisión de la cultura”. —III— La pregunta —“the question”, diría Hamlet—, además de todas las relacionadas con los impenetrables manejos financieros de la Universidad de Guadalajara, es si la saludable decisión de desaparecer a aquellos “Leones Negros” (a los que ahora se intenta revivir en una aventura que no parece tener sentido... pero ésa es otra historia) se tradujo en la certeza de que el vicio del que era un síntoma, se erradicó... En otras palabras, la pregunta es si todas las onerosas invenciones vinculadas con el “show business” que a la fecha gravitan sobre el presupuesto de la Universidad, en detrimento —como siempre— de sus funciones académicas, no se han convertido en variaciones (por no decir que en ediciones “corregidas y aumentadas”) del mismo tema.

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