Si la “austeridad completa, radical” (Enrique Alfaro dixit), comprometida como programa de Gobierno por los alcaldes electos que el próximo primero de octubre tomarán posesión en los municipios de la Zona Metropolitana de Guadalajara, va en serio, bien podrían los susodichos incorporar un rubro a la lista de sus recortes al gasto público: los “informes”.-II-Se habla, por supuesto, de los actos protocolarios que se realizan so pretexto de cumplir con un mandato legal que ordena a los gobernantes rendir a sus gobernados un reporte anual de su administración. En la práctica, como acaban de constatar en Zapopan, el martes pasado, miles de ciudadanos que vieron alteradas, complicadas o definitivamente suspendidas sus actividades ordinarias (trabajo, escuela, atención médica…), el rito que suele acompañar al cumplimiento de la norma, lejos de ser un acto republicano, se limita a ser una grotesca mascarada cortesana; una ceremonia hueca, que sólo sirve para darles reflectores a ciertos impresentables personajillos de la clase política, y para que los buscadores profesionales de favores palmeen la espalda y realicen la ritual ofrenda de saliva endulzada a los poderosos.Lo que debiera ser, pues, un gesto de respeto a los ciudadanos, ante cuya hipotética representación se rinde el dichoso (es un decir…) informe, es, en la práctica, una manifestación de prepotencia de los gobernantes y de desprecio (sentimiento, dicho sea de paso, en que de ordinario están plenamente correspondidos) a sus gobernados. Es, en suma, un rito perfectamente prescindible; una farsa que si, en nombre de la cacareada austeridad, se optara por suprimir, no representaría el menor menoscabo al ejercicio de la autoridad, ni significaría que dejara de cumplirse la obligación de rendir cuentas al gobernado por parte del gobernante… en la hipótesis de que realmente los que se rinden fueran informes y no, como sostiene la “vox pópuli”, catálogos acríticos de autoelogios, mentiras y, en el mejor de los casos, buenas intenciones.-III-Si una medida tan radical como la de simplificarlos ya se tomó, desde hace varios años, con los informes del Presidente de la República, nada se perdería si gobernadores, alcaldes y similares siguen el ejemplo… a condición de que no les dé, también a ellos, por sustituir el sainete que antaño se representaba en la sede del Poder Legislativo, por sendos “mensajes” en los palacios municipales, con auditorios a modo, sin más utilidad que mantener al gobernante al alcance del incensario de los lambiscones… y de alejarlo de sus gobernados.