Aun en el Cielo hay tormentos... Ramón Cano Figueroa, por ejemplo, debe estar incrédulo con respecto a las noticias que le llegan de la Tierra: su frase de toda la vida, primor de ironía, medalla de oro en las olimpiadas del humor negro (“¡Arriba el Atlas...!”), aunque ni Ripley lo crea, se está haciendo realidad. * Los memoriosos sufrieron para encontrar antecedentes: ¿cuánto hacía que el Atlas no hilvanaba tres victorias consecutivas?; ¿cuántos testigos de ese suceso viven aún para contarlo?; ¿cuánto hacía que los rojinegros no veían por encima del hombro, en la tabla general de posiciones, a equipos como Cruz Azul, Santos Laguna, Monterrey, Toluca, ¡Guadalajara! y dos o tres más, a los que ya se había acostumbrado a ver siempre por debajo, como ven los mecánicos a los automóviles...? “Y, sin embargo --diría Galileo--... ¡arriba el Atlas!”. * Del partido del sábado, independientemente de la nota emotiva (el gol de Edson Rivera, cuando tenía apenas 12 minutos en el campo, en el partido que había tenido como preámbulo un minuto de silencio en memoria de su señora madre, recientemente fallecida) y del regalo que el mismo gol fue para los aficionados que quieren, además del triunfo de su equipo favorito, una dosis de espectáculo futbolístico químicamente puro; independientemente de lo que ese gol significó, decíamos, lo mejor del partido, desde la óptica rojinegra, fue la capacidad de reacción del equipo... Erpen, a los 52 minutos, malogró --como había hecho tres semanas antes, en la visita a los “Tigres”-- un gol hecho. El mismo Erpen, a los 64, hizo méritos para convertirse en villano por partida doblemerced a la “metida de pata” que dio el empate transitorio del Atlante. Y tres minutos después, Edson, con la bendición materna llegada directamente del cielo, enderezó lo que ya amenazaba con torcerse. * Que se quede en esos rumbos, para clasificar a la “Liguilla” --algo que estaba totalmente fuera de sus planes--, por méritos propios o por deméritos de equipos que comenzaron entre los favoritos y ahora están entre las decepciones de la campaña, ya lo dirá el tiempo... Por lo pronto, aun sin cantar victoria en la lucha por eludir el descenso --recuérdese que pocas cosas hay tan peligrosas como comerse el pastel sin apagarle las velitas--, el Atlas ya respira a pleno pulmón.
