La historia, ocurrida o narrada en un país civilizado (y, por favor, que nadie se desgarre las vestiduras), tendría otra lectura, otra interpretación, otro análisis. Pero en México…-II-Para muchos reporteros de policía de la Ciudad de México, fue la nota de su vida. Lo fue porque, sin perder el elemento sórdido del género, trascendió las fronteras de la vulgaridad y la rutina…La madrugada del lunes, cuatro individuos abordaron, en la carretera, un autobús que cubría la ruta de San Mateo Atenco a la capital del país. Ocuparon asientos separados. Minutos después, los cuatro se pararon, sacaron armas de entre sus ropas, amenazaron a los pasajeros y los despojaron de sus objetos de valor. Consumado el asalto, obligaron al chofer a detener el autobús y descendieron de él... En esas estaban cuando otro pasajero les disparó con una pistola. Los cuatro hampones cayeron heridos. Su agresor, consciente de que aquéllos sólo traían cuchillos y un arma de utilería, se bajó del camión, los remató uno a uno, recuperó los morrales con el botín, regresó a la unidad, puso los morrales en el piso, pidió a los pasajeros que cada quién recuperara sus pertenencias, y solicitó: “Nada más háganme el paro”… Pidió al chofer que arrancara. Unos kilómetros adelante, le solicitó detener el autobús, se colocó una capucha, tomó una vereda… y desapareció.-III-La nota mereció dos tipos de reacciones: un artículo editorial de “El Universal” (“¿Justicia por propia mano?”) en que consigna que en el Estado de México, en lo que va del año, han ocurrido siete episodios similares; subraya que sólo el 1% de los delitos que se cometen en México son castigados; apunta que “la solución a la delincuencia nunca será terminar con la vida de otra persona”, y esboza que “aspiramos a un país de leyes (…) para que aquellos que hayan cometido algún delito paguen por él”… Por contrapartida, un sondeo de un canal de televisión —ilustrativo… aunque sin valor estadístico— concluye que 92% de los encuestados aplaude el desenlace de la historia, porque —apuntó uno— “la probabilidad de que esos delincuentes muertos vuelvan a delinquir, es de 0%”, y porque —expresó otro— “el mejor remedio para la rabia es matar al perro”.Colofón: en un país civilizado, el desenlace del episodio sería totalmente reprobable. Pero en México, al que alguien llamó “Un país tan surrealista que, si no existiera, hubiera sido necesario que Kafka lo inventara”…Usted dirá, lector amable…