Lunes, 21 de Octubre 2024

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- “Dura lex...”

Por: Jaime García Elías

- “Dura lex...”

- “Dura lex...”

Los múltiples llamados a favor del indulto de Édgar Tamayo Arias, el mexicano que fue ejecutado ayer por la noche en Huntsville, Texas, se hicieron en nombre de la clemencia, entendida como la moderación al aplicar la justicia. Prevaleció, empero —como de costumbre—, la norma suprema: “Dura lex, sed lex”: la ley es dura... pero es la ley.

-II-

Entre los muchos manifestantes que acudieron a inconformarse con la sentencia, alguno portaba un cartel que reiterativamente proclamaba la inocencia del mexicano. Fue la excepción. Los más, tanto de organizaciones defensoras de los derechos humanos como de particulares, lo mismo en México que en Estados Unidos, apelaban a los argumentos usuales: o la falta de la debida asistencia jurídica por parte de la representación diplomática de México, en flagrante violación de los tratados internacionales y de la propia ley... o el clamor generalizado en contra de la pena capital, que en la mayoría de los países del mundo —México incluido— ha derivado en su abolición, por considerarse que eventualmente cumple con la máxima suprema de la Ley del Talión (“Ojo por ojo, diente por diente”), pero no con la aspiración de disuadir, por miedo a la sentencia de muerte, a los potenciales delincuentes.

La inocencia de Tamayo, por desgracia, era insostenible. A él se le detuvo la madrugada del 31 de enero de 1994 —hace veinte años— en Houston, a raíz de la llamada de auxilio de un hombre que había sido asaltado en la calle por dos individuos. Al ser detenido, Tamayo —a la sazón un joven de 26 años—  llevaba un arma... y el reloj del hombre asaltado. Ya en la patrulla, a pesar de encontrarse esposado, Édgar hizo tres disparos mortales a la cabeza del policía Guy P. Gaddis. Zarco Mendoza —mexicano también—, el otro detenido, testificó contra su camarada.

Hace diez años —en marzo de 2004—, la Corte Internacional de Justicia dispuso que se revisaran las sentencias contra más de cincuenta mexicanos condenados a la pena capital —incluida, por supuesto, la de Tamayo—, no necesariamente por la dudosa culpabilidad de los imputados, sino por violaciones al debido proceso...

-III-

Todo fue en vano. Veinte años después del episodio que le cambió la vida, Édgar Tamayo Arias fue ejecutado, con una inyección letal, ayer por la noche. Fue el epílogo de una larga agonía en prisión... y con plena conciencia.
 

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