Hay sociólogos de banqueta que deploran la prevalencia de tradiciones mexicanas como las del Día de Muertos. No sólo las reprueban: sostienen que, por cuanto dan a la muerte un valor lúdico, festivo, esencialmente opuesto a cuanto la muerte tiene de doloroso o de traumático, no sólo propician que se le menosprecie, sino contribuyen al desprecio a la vida que el mexicano tiende a externar de tantas maneras… especialmente cuando se trata de la vida ajena.-II-El tema, por supuesto, es discutible… No se puede sostener a rajatabla que hay una relación de causa a efecto entre las alegorías relacionadas con la muerte que se manifiestan sistemáticamente en estas fechas, y la violencia homicida que de manera cotidiana se hace sentir en muchas ciudades del país. Obsequiar sonrientes y coloridas calaveritas de azúcar o pan de muerto a familiares y amigos, de ninguna manera significa que se les desee, en oposición al bien supremo que es la vida, el mal supremo que es la muerte. Sostener que “las calaveras nos pelan los dientes” no vacuna a nadie contra el temor inevitable que significa la amenaza o la proximidad razonable de la muerte. Llevar música y organizar un día de campo en toda forma en torno a las tumbas de los seres queridos —los padres, principalmente— ya fallecidos, en manera alguna equivale a celebrar su partida del mundo de los vivos…Tampoco se pueden hacer generalizaciones. El convenio social de poner una brizna de sal —o, mejor dicho, un pellizco de azúcar— al único episodio de la vida del que se tiene la certeza absoluta, no tiene por qué propiciar, motivar ni mucho menos justificar atrocidades, como la de años recientes, de obsequiar dulces envenenados a los niños que los piden en las barriadas de las ciudades estadounidenses… o como la ocurrida antenoche en un suburbio de la ciudad de México: un niño que pedía “halloween” en las calles de Iztacalco, acompañado de su padre, fue atacado a balazos —según las notas periodísticas— por dos sujetos disfrazados con máscaras de payasos. El padre, tratando de proteger al menor, recibió la mayoría de los disparos y murió poco después en un puesto de socorros.-III-Interpretar una manifestación cultural —o una fiesta, que eso es, en rigor, el Día de Muertos— como provocación, o tomarla como pretexto para sacar a relucir la agresividad en la más extrema y reprobable de sus expresiones, no sólo es criminal: es demencial.
