Lo peor que le puede suceder a una ley (por definición, “precepto dictado por la autoridad competente, en que se manda o prohíbe algo en consonancia con la justicia y para el bien de los gobernados”) es que se le condene, desde antes se promulgarse, a convertirse en letra muerta.Botón de muestra —salvo prueba en contrario—, la “Bici-Ley” aprobada ayer por la comisión de Vialidad, Transporte y Comunicaciones del Congreso de Jalisco…-II-De suyo, la ley no es mala. Confeccionada con la sana intención de generar un entorno propicio para que la bicicleta vuelva a ser un medio de transporte idóneo para un porcentaje significativo de los habitantes de Guadalajara y anexas, la norma establece sanciones para los automovilistas que invadan los espacios reservados en las vialidades para la circulación de las bicicletas o para los que no guarden una distancia de cinco metros con respecto a las mismas, por ejemplo. Y puesto que no se pretende que los ciclistas sólo tengan derechos, la norma establece asimismo la aplicación de multas —de menor cuantía, ciertamente— para los conductores de bicicletas que invadan zonas peatonales, circulen en sentido contrario, desacaten los señalamientos viales o no porten casco, luces de seguridad o vestimentas que los hagan visibles. Etcétera.-III-Infelizmente, la ley —muy parecida, por lo demás, a las que operan en los países del mundo civilizado en que el uso de la bicicleta como medio de transporte habitual forma parte de los patrones culturales de sus habitantes… y aun de los turistas que de inmediato se contagian, a la vista de sus bondades—, en nuestro medio, se parece, por poner algunas analogías, a la que hace “obligatorio” el uso del “manos libres” cuando se habla por teléfono mientras se maneja un automóvil, o a la que señala que será motivo de infracción el que los motociclistas circulen entre los automovilistas, ingresen a los túneles vehiculares o no porten el casco de protección…Demasiados potenciales infractores —porque el respeto a la ley es raquítico y el respeto al prójimo punto menos que inexistente, especialmente en lo que hace a los reglamentos viales—, pocos encargados de vigilar que la ley se cumpla, y muchos de estos pocos más interesados en extorsionar que en sancionar a quienes la quebrantan, condenan a la “Bici Ley” a sumarse al extenso catálogo de las buenas intenciones de las que —ya se sabe…— está empedrado el camino del infierno.