Viernes, 26 de Julio 2024

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- Aladino

Por: Jaime García Elías

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De los temas pendientes en Jalisco, los hay de dos tipos: los difíciles y los imposibles... Ejemplo de los primeros: la implementación de un sistema de transporte público eficiente y digno para los habitantes de la Zona Metropolitana de Guadalajara. Ejemplo de los segundos: dejar como estaba el Puente de Arcediano.

Lo primero es una necesidad social —creciente, además, porque la demanda, como la población, se incrementa día a día—, sistemáticamente postergada por falta de recursos... y, sobre todo, de imaginación, creatividad, talento, conceptos válidos de urbanismo, etcétera. Lo segundo es la consecuencia de una torpeza mayúscula... y de un capricho que no necesita adjetivos.

-II-

Cuando se pensó —es un decir...—, hace tres lustros, construir una presa en el fondo de la Barranca de Huentitán para almacenar el agua con que después se abastecería a la población de Guadalajara y anexas, surgieron varios obstáculos: 1), la lógica resistencia de los habitantes del antiguo poblado; 2), el ruido mediático que metieron los inevitables “contreras”; 3), los estudios de laboratorio que cuestionaban la viabilidad técnica (por las características y la contaminación del suelo) y la pertinencia económica (por lo que costaría “subir” el agua desde ahí) del proyecto; y 4)... la presencia del Puente de Arcediano. Y es que como el puente tenía carácter “patrimonial” (algo absurdo, porque era, en realidad, una réplica, construida hace 50 años, del original, construido hace más de un siglo), los defensores a ultranza del “patrimonio cultural” (el INAH, por sus siglas en español) exigieron que el dichoso puente se reconstruyera, piedra por piedra, a cierta distancia de la cortina de una presa que finalmente no se construyó.

Hace poco, cuando fue reinaugurado, el Gobierno, fiel a su estilo, se jactó de haber mejorado el puente, haciendo una “reinterpretación” (una copia, es) del mismo. Pero como no se acató al pie de la letra el decreto de la reconstrucción, ahora se pretende que se destruya la cacareada “reinterpretación” y se hagan las cosas como había dispuesto el INAH.

-III-

Ahora bien: la empresa no es tan imposible como se apuntó al principio...

Basta con encontrarse la lámpara maravillosa de Aladino, frotarla, esperar a que aparezca el genio oculto en ella, solicitarle que deje el puente como estaba antes... y que lo ponga exactamente donde se le indique.

(De los otros dos deseos —si el actual inquilino de la lámpara es como los de antes—, después hablamos...).
 

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