Lunes, 21 de Octubre 2024
Entretenimiento | Castaños fue parte de una generación de jaliscienses absortos entre su fascinación por los avances científicos y técnicos de su época

CIENCIA: La insospechada cotidianidad de Gabriel Castaños

En el siglo XIX hubo de distinguirse entre los principales responsables de la organización tecnológica en el Estado de Jalisco.

Por: EL INFORMADOR

Por: J.L.   Foto: A.C.

Un Jalisciense nacido en Tepic forjó muchos de los símbolos de nuestra ciudad

Habría de inventarlos de no existir; sus arcos soportan al distintivo acueducto de la hermosa colonia de Providencia, el cual suponía a mis 12 años como un mero ornato monumental. Por el contrario, representan tan sólo un botón mostrando el prolífico número de contribuciones cedidas por un hombre poseyendo el encanto del hombre práctico atareado en la curiosidad más infantil (mismo que parece escasear estos días entre nuestros “grandes hombres” contemporáneos).

 Se trata del ingeniero Gabriel Castaños. En el siglo XIX hubo de distinguirse entre los principales responsables de la organización tecnológica en el Estado de Jalisco, fundando nada menos que la Escuela libre de Ingenieros, a saber, pieza fundamental para la consecución de nuestra actual Universidad de Guadalajara.

 “Desde principios de la década de los ochenta (del siglo XIX) fueron especialmente notorias las observaciones astronómicas que realizaron Gabriel Castaños y Carlos F. de Landero (tío y sobrino respectivamente), desde su observatorio particular,” escriben Durruty Jesús de Alba y Mayra Susana González Jaime en un invaluable documento narrando los inicios del Instituto de Astronomía y Meteorología de la UdeG.

El Jalisciense nayarita

Históricamente su nacimiento es jalisciense: vio su primera luz en la ciudad de Tepic un 19 de diciembre de 1839, cuando el aún inédito Estado de Nayarit se apretujaba contra el territorio del Jalisco contemporáneo; geográficamente hablando, cuán jalisciense es Don Gabriel Castaño pese á ser harina de otro costal, y a caso los nayaritas tengan algo más que decir al respecto.

Buena parte de lo que conocemos de Don Gabriel proviene de un discurso ofrecido por su contemporáneo José Tomás Figueroa, durante la ceremonia del entierro del ingeniero, el cual terminó publicándose como obituario en el Boletín de la Escuela de Ingenieros:

“Desde su juventud, en Tepic, se dedicó al estudio de las matemáticas, continuando con notable éxito su en enseñanza en la culta Bélgica,” nos dice. “Pocas personas en esta ciudad han estado de continuo tan bien enteradas como él de los progresos de la Ingeniería en el mundo entero, pues el señor Castaños, poseedor de los principales idiomas, recibía constantemente los mejores libros, folletos y revistas y toda clase de publicaciones científicas de los Estados Unidos y de Europa.”  

Fundador de la Sociedad de Ingenieros

Castaños fue parte de una generación de jaliscienses absortos entre su fascinación por los avances científicos y técnicos de su época, y la poca o nula organización prevaleciente en contraste. Considerando la fundación del Colegio de Minería en la Ciudad de México, parecía más que irresistible hacer lo propio aquí. “Esa iniciativa –escribe el historiador de la UdeG, Federico de la Torre– que paulatinamente creció, fue patrocinada por algunos ingenieros originarios y formados en Jalisco, por otros cuyo origen era la misma entidad, pero que debido a su importante posición económica estudiaron en la Ciudad de México o en el extranjero, y por algunos más que, avecindados en la región por motivos de trabajo, se interesaban en el avance y mejor organización de su campo profesional”. Fue el origen de la Sociedad de Ingenieros de Jalisco, constituida un 24 de febrero de 1869 y consumada a “el estudio de todas las materias relativas a la instrucción del ingeniero; uniéndose fraternalmente todas las personas dedicadas (en la ciudad de Guadalajara) a los trabajos de ingeniería”.

Mirándose a los elementos constitutivos de aquella flamante sociedad, no deja de impactar cuán actual aparece su misión y visión. Su objeto principal sería:

“El estudio de todas las materias relativas a la instrucción del ingeniero; el conocimiento formulado por experiencias de todos los elementos del país, usados en (...) todo proyecto que tenga por objeto el adelanto de las mejoras materiales, uniéndose fraternalmente todas las personas dedicadas en la ciudad de Guadalajara a los trabajos de ingeniería”.

La Sociedad contaba también con una estrategia:

• Primero. Adquirir los libros, máquinas y útiles indispensables para el desarrollo de estas tareas.
• Segundo. Establecer una reunión periódico (para discutir) todos los experimentos, memorias y datos que sus miembros tienen la obligación de hacer y presentar.
• Tercero. Cuando todo lo reunido forme una cantidad considerable de noticias de utilidad pública, con ellas se formará un periódico (...).

En el mismo documento insisten sobre el “Estudio, búsqueda de instrumentos para ello, discusión e interés por influir en la opinión pública con sus resultados de investigación sintetizan las intenciones de la incipiente organización profesional”. ¿Alguien mencionó la importancia de vincular la industria con la academia?

Más contemporáneo que nunca

La visión de la Escuela de Ingenieros, guiada en parte por Castaños, en hacer persistir la información dura e imparcial por encima de intereses políticos o económicos, es tan actual –sino es que más- que cuando la misma fuera creada. Hoy persisten los debates sobre los campos freáticos, la deforestación de la Primavera, el uso racional de los afluentes de Chapala, la contaminación del Río Santiago, la Presa de Arcediano, la acumulación de contaminantes en la zona de Miravalle (tan sólo entre una diáspora de problemáticas exigiendo su comprensión racional y desapasionada). ¿Nos hemos preocupado por consolidar los valores de aquella Escuela de Ingenieros, o por lo contrario es simple comparsa pseudocientífica de los grupos de interés? Tal interpelación queda para un ámbito estrictamente personal entre los especialistas y las instituciones en cuyos hombros descansa el desarrollo técnico del Estado.

Abriendo camino

El ingeniero Castaños no fue ajeno a la política de su tiempo, y en realidad cumplió varios cargos públicos. Son por mucho sus colaboraciones en lo académico y técnico, sin embargo,  lo que más se recuerda de él. Tal es el caso de sus obras de abastecimiento de agua como el acueducto de Providencia, sus estudios en los ingenios nayaritas para la mejora en la producción de azúcar, o proyectos arquitectónicos como las torres del Santuario de Zapopan, sin olvidar su proyecto de fachada para la Catedral.

Al final del día, Don Gabriel Castaños fue un hombre abriendo el camino para nuevos personajes que le seguían: nombres como los de los presbíteros José María Arreola y Severo Díaz Galindo, por no mencionar el actual cuerpo de investigadores de la Universidad de Guadalajara. “Convencido de que el progreso de los pueblos depende, en parte muy principal, del desarrollo de la Ciencia”, Jalisco aún le extiende una inconmensurable deuda.

Tapatío

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