Domingo, 02 de Noviembre 2025
Cultura | Por: Martín Almádez

Itinerario

Hacia el siglo del muralismo

Por: EL INFORMADOR

Ya en 1910 y 1911, Jorge Enciso, tapatío, pintaba los primeros murales del Siglo XX sobre paredes de dos escuelas, en la Ciudad de México, luego de una calurosa acogida por parte de la crítica respecto a su pintura en la que destacaban las imágenes que luego serían iconos de la mexicanidad: una china poblana sobre fondo de nopales, y los colores verde, blanco y rojo, con temas sólo nacionales, serían los elementos insustituibles de su oferta pictórica, que forjaron más que una nueva imagen de la nueva pintura mexicana.

La necesidad de los nuevos pintores por expresar trazos y colores distintos, en busca de la abolición de lo que consideraban obsoleto y ajeno a sus realidades; el florecimiento que mostraban en otros lares artistas mexicanos; la asesoría y entusiasmo del Dr. Atl, a través de quien se dio un constante reconocimiento por el arte popular, sumaban, entre otros factores, una nueva realidad pictórica que ya había dado indicios de identidad con Jorge Enciso, quien fijó signos básicos de la cultura popular y había inaugurado la pintura mural.

La artesanía resultaba ser un elemento de interés con fines estéticos para los buscadores de nuevos retos. Los sancarlistas más inquietos visitan en Tonalá a Amado Galván y en Tlaquepaque a Pantaleón Panduro; del primero, alfarero y decorador, aquilatan “la esbelta complejidad”; y del segundo admiran la “fineza humana de los moldeados”.

Las consecuencias estilísticas que arrojó aquella escena donde Antonio Rivas Mercado fue ahuyentado de la dirección de la Academia, se fraguaban de manera fragmentaria, pero con una misma necesidad: la búsqueda de un arte nacional que expresara un mismo código, luego identificado como Escuela Mexicana de Pintura, la cual sería rápidamente ocultada por las estrategias político-culturales de un Estado que, atento a los movimientos sociales y artísticos, supo encausar los brotes pictóricos a los objetivos de la Revolución cada vez más institucionalizada.

La consolidación de la unidad nacional se dará a través de mecanismos educativos y culturales, por lo que la idea de comisionar espacios públicos para los pintores -estrategia previamente inaugurada en 1910 por un grupo de jóvenes, entre ellos Orozco, para pintar un mural colectivo en el auditorio de la Escuela Preparatoria- era la vía más adecuada para contribuir a la institucionalización de la cultura.

En nuestros días -y luego de casi 100 años de muralismo- mucho ayudaría el retomar iniciativas que coadyuvaron en el florecimiento del arte plástico y de la cultura; pero más significativamente ayudaría a la cohesión social a través de una práctica de la que todos formamos parte y en la que todos nos vemos inmiscuidos: la pintura mural.

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