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Cultura | La vanidad humana es lo que le da vida a Elisa Hernández

Elisa y la Paris

Los intelectuales que andan con la resaca o aún con la borrachera la aclaman y ''son bien muchos''

Por: EL INFORMADOR

GUADALAJARA, JALISCO (29/NOV/2012).- Los intelectuales cuidan el aliento. Ese detalle de la vanidad humana es lo que le da la vida a Elisa Hernández, la vendedora de chicles y pastillas que en estos días se transforma en una estatua humana, a un lado de las escaleras del hotel que es propiedad de la familia de Paris, la gringa.

A los intelectuales les gusta la comida con mucho ajo y acompañada de vino. Elisa lo sabe; lo ha aprendido. Vestida con un mandil de cuadros azules, se planta a medio metro de la subida del hotel, un poco después de las nueve de la mañana y continúa ahí, clavada al cemento de la banqueta hasta las siete de la noche. Su dignidad descansa en sus piernas. No se sienta jamás para que nadie diga que es pobre por huevona.

Nunca llega tarde. Cerca de las nueve y media de la mañana ocurre la primera hora pico en ventas. Los intelectuales que andan con la resaca o aún con la borrachera la aclaman y “son bien muchos”.

Elisa no sabe la razón de su propio éxito. No la dejan entrar al hotel de la familia de Paris la gringa, donde los intelectuales se agrupan para dar entrevistas y hacer negocios, mientras mastican una menta.

A mediodía la comerciante tiene un bajón de ingresos, nunca tan bajo como para retirarse a descansar y, más tarde, de las dos a las cuatro de la tarde, la venta de chicles agarra vuelo otra vez. “Hay gente de otros países que come temprano; almuerza, dicen ellos, y vuelven a darle duro al ajo y al vinito”, exclama.

Cada año Elisa Hernández espera la FIL con ansiedad, auque nunca ha recorrido la feria. El año pasado una mujer le regaló un libro sobre la vida de Juan Pablo II, que casi terminó de leer, dice sin creérsela tanto.

No importa. Elisa Hernández ama a los intelectuales y adora que ellos coman y beban, beban y coman. Al final, en estos días ellos la ponen en el mismo nivel que Paris, la gringa. Los ingresos de ambas dependen de esta tribu extraña.

Los intelectuales que andan con la resaca o aún con la borrachera la aclaman y “son bien muchos”

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