Domingo, 06 de Abril 2025
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Jalisco

Ajolote: En busca del “dragón mexicano”

En Jalisco es posible encontrar ajolotes en las sierras del Estado; conoce su historia y características  

FaustoSalcedo

Durante la pandemia del Coronavirus, a los biólogos Armando Fraustros y Aldo Dávalos, del Centro Universitario de Ciencias Biológicas y Agropecuarias (CUCBA) de la Universidad de Guadalajara, les llegaron rumores de la existencia de ajolotes en los bosques de Tapalpa. 

El ajolote, nuestro minúsculo “dragón mexicano” con una sonrisa eterna e inexpresiva, majestuoso con las ramificaciones que surgen de su cabeza como bifurcaciones de coral, y que lo embellecen como el penacho de un emperador azteca. 

Aquella salamandra mitológica que tiene innumerables virtudes más allá de aparecer en el billete de cincuenta pesos, como esa habilidad suya de regenerar las extremidades y los órganos de su cuerpo -entre ellos el corazón-, y que por lo tanto los convierte, quizás, en los únicos animales en este mundo incapaces de morirse de amor.

En un principio, parecía algo irrisorio: Tapalpa, el Pueblo Mágico localizado a dos horas de distancia de Guadalajara, es conocido por muchas cosas, mas no por ser hábitat de un anfibio asociado casi siempre, y de manera errónea, a los canales de chinampas de Xochimilco, en la Ciudad de México.

No obstante, tanto Armando Fraustros como Aldo Dávalos contaban ya con un antecedente fundamental que orientaba sus tentativas a una posibilidad cercana: había registros, datados de 1963, de ajolotes que fueron encontrados en las cercanías de Chapala, y uno más, de 1978, que también los documentaba en los cuerpos de agua y los bosques de Tapalpa.

Esta última investigación había sido efectuada por el American Museum of Natural History (Museo Americano de Historia Natural), uno de los más importantes en el mundo. En conclusión: que aunque no había evidencias recientes, en algún punto de nuestra historia no tan distante, los expertos en las artes insospechadas de los ajolotes habían encontrado a estos anfibios en Jalisco. 

La tentación era irresistible. Aldo Dávalos, cuya labor de biólogo lo lleva a pasar largas temporadas en las montañas, conocía una anécdota local que rayaba en lo fantástico, pero también era consciente de que con los asuntos de la naturaleza la fantasía va de la mano de lo cotidiano, y que no hay error más grande que dar las cosas por hecho.

En Juanacatlán -un pueblo en las inmediaciones de Tapalpa- Aldo había escuchado que, en tiempos de lluvia, cuando el temporal inundaba las carreteras y las volvía intransitables para el hombre, era posible ver a los ajolotes como “dragones” minúsculos cruzando los caminos recuperados por los dominios del agua. 

Es decir: con los campos convertidos en lagunas, los ajolotes navegaban a sus anchas y sin contratiempo alguno a través del asfalto.

Pero, a fin de cuentas, no eran otra cosa más que rumores, conversaciones de la gente, decires del pueblo, y como tal no había evidencia real, ni reciente desde la lupa intransigente de la ciencia, de que los ajolotes fantásticos que serpenteaban a través de los canales de Xochimilco habitaran también en los bosques de Jalisco.

Este anfibio se conoce como “el dragón mexicano”. CORTESÍA/Saulo Cortés 

El momento decisivo 

La hora decisiva les llegó cuando Eliezer Iñiguez, veterinario con una Unidad de Manejo Ambiental (UMA) en Tapalpa, les hizo llegar una fotografía, que había sido tomada en la región, de un supuesto ajolote en un charco terregoso. Era una imagen dudosa, llena de pixeles, similar a las evidencias terribles de internet que documentan ovnis, extraterrestres y fenómenos del otro mundo con el peor instrumento que se tiene a la mano. 

Pero la palabra de Eliezer, experto en el lenguaje de la sierra y de los animales, tenía más peso que la de su incierta imagen del ajolote, y ese fue el pretexto que les hacía falta a los biólogos para emprender la búsqueda del anfibio escurridizo en las montañas del suroeste de la Región Lagunas de Jalisco, en los enclaves profundos del Eje Volcánico Transversal.

Retos, peligros y su hábitat

Por donde se le mire, el ajolote es una especie que justifica toda curiosidad. Su nombre proviene del náhuatl, y significa “monstruo de agua”. Está basado en el dios Xólotl, hermano gemelo de Quetzalcóatl, y que según la leyenda se transfiguró en este anfibio para escapar de la muerte. Las tres crestas que tienen a ambos lados de su cabeza son sus branquias, que le permiten respirar. Bajo ciertas condiciones de estrés -si, por ejemplo, se reduce el nivel de agua de los estanques y riachuelos donde habita-, el ajolote puede dejar sus branquias y convertirse en salamandra para emerger a tierra firme. Tras su sonrisa de aspecto inocente, esconde hileras de dientes.

El ajolote habita en distintas regiones de México, desperdigado en la Sierra Madre Occidental, el Eje Volcánico Transversal, y la Sierra Madre Oriental. Es posible encontrarlos en los riachuelos fríos que corren en torno a los volcanes Popocatépetl e Iztaccíhuatl; existe incluso un ajolote que habita en Puebla, en el fondo de una laguna que a su vez es el cráter de un volcán extinto.

Es uno de los pocos animales en el mundo que pertenece a la especie neotenia, lo que significa que sus características juveniles -cuando era una larva- las conserva por el resto de su vida, como una infancia extendida, aun en su madurez sexual. 

Como muchas otras especies, el ajolote recurre al canibalismo, y su dieta diaria consiste en larvas, insectos, peces pequeños y cangrejos. Por su parte, el ajolote es presa natural de garzas, serpientes, cuervos, y fauna invasora como carpas y tilapias, las cuales han impactado de manera considerable en su hábitat y población.

Las especies invasoras no son los únicos retos a los que el ajolote se enfrenta: como todo lo que la naturaleza puso en México, es un animal que vive amenazado. El ajolote que habita en Tapalpa, al encontrarse en una región geográfica complicada, encara circunstancias difíciles. La sobreexplotación reciente de berries y aguacates ha generado un ecocidio en esta región de Jalisco, y la sierra no se ha salvado.

Cabe señalar que el ajolote no sólo habita en Tapalpa. Se tiene bien documentado al ajolote que habita en los riachuelos y estanques de la sierra de Quila -al que se le conoce como ajolote de Chapala-, y a los que viven en la Reserva de la Biósfera Sierra de Manantlán, una de nuestras áreas naturales más frágiles, exuberantes, y vivas. 

También se han detectado ajolotes en Mascota, Talpa de Allende, San Sebastián del Oeste, Ojuelos y Mazamitla, en las faldas del Nevado de Colima, entre muchos otros lugares. En nuestro estado se identifican hasta el momento dos especies: Ambystoma rosaceum y Ambystoma amblycephalum.

“Al jalisciense el ajolote no le suena en Jalisco”, afirma Aldo Dávalos. Parte del desconocimiento en torno a esta especie nuestra es la falta de identidad: el ajolote habita en nuestro Estado, pero lo desconocemos. No es un animal exclusivo de Xochimilco, ni del Valle de México; está en nuestros bosques y montañas; esa salamandra mitológica que aparece en los mitos de los aztecas vive a menos de dos horas de distancia de Guadalajara, bien escondido en los estanques fríos de las sierras, y alguna vez se le pudo encontrar en las cercanías del lago de Chapala.

El ajolote, la escurridiza salamandra mitológica, el anfibio de penacho azteca, siempre sonriente y capaz de regenerar el corazón, es una especie jalisciense: habita aquí, con nosotros, en Jalisco.

Los biólogos, Aldo Dávalos y Armando Fraustros. CORTESÍA/Saulo Cortés 

Acercamiento al ajolote 

Esa fotografía que Eliezer Íñiguez envió a Armando Fraustos, Aldo Dávalos y el resto del equipo les representó un acercamiento al misterio vivo; mientras que para la gente que habita en las serranías y pueblos de Tapalpa no era más que un fragmento de su cotidianidad, pues los ajolotes estuvieron siempre ahí para ellos, del mismo modo que lo estuvieron siempre las muchas otras cosas del campo y de la vida de todos los días.

Cuando sacaban a pasear al ganado, veían a los ajolotes en los estanques. Cuando los temporales desbordaban los caminos de terracería con afluentes de agua, veían a los ajolotes impávidos escurriéndose en los senderos donde hasta hace apenas unos días andaban los caballos y las camionetas. Cuando las tormentas caían en un estruendo del firmamento y sus casas se inundaban, la gente veía a estos anfibios encrestados nadando entre las sillas de madera, bajo la mesa de la sala, entre las macetas de begonias, y sonriendo bajo la superficie trémula del agua con sus sonrisas inexpresivas. 

Una señora, incluso, llegó a confesarles que, en las excusables artes de lo culinario, llegó a cocinar tamales de ajolote.

En un equipo conformado por profesoras de la Universidad de Guadalajara, estudiantes que realizaban sus prácticas de campo, y bajo la guía invaluable de Eliezer Íñiguez y las indicaciones de la gente local, iniciaron un recorrido exhaustivo a través de los bosques, praderas y campos de la región central de la sierra de Tapalpa, en la búsqueda incesante del anfibio mitológico. 

De 32 sitios explorados entre 2020 y 2022, el equipo de biólogos encontró ajolotes en 17 cuerpos de agua distintos. Cuando finalmente dieron con ellos, confirmando lo que la gente del campo había dicho siempre, la realidad se les desbarrancó encima: había ajolotes en Tapalpa, había ajolotes en Jalisco.

La certidumbre no les dio sosiego, sino que acrecentó la ansiedad. Llegaron a encontrar, en algunos estanques, ajolotes pequeños, de color negro, de no más de seis centímetros. Pero, en otro cuerpo de agua, a no más de cien metros de distancia, dieron con ajolotes de color amarillo, cubiertos de manchas, y de casi 30 centímetros de largo.

Vieron, en tiempo real, cómo a algunos ajolotes comenzaban a crecerles sus extremidades perdidas, regenerándose en un proceso con más características del milagro que de la biología.

Estos días de exploración dieron como fruto el primer estudio para conocer la población de ajolotes en Jalisco, resultados que se vieron publicados en la tesis de maestría de Armando Fraustros, y en los que se demuestra que, en cuerpos de agua con poco impacto y presencia del ser humano, las poblaciones de ajolotes en Jalisco son grandes, sanas, y con estabilidad.

El ajolote es un animal único que puede regenerar partes de su cuerpo, como extremidades perdidas. CORTESÍA/Saulo Cortés 

PARA SABER

Especie protegida

El ajolote es una especie protegida por la Norma Oficial Mexicana-059-Semarnat-2010.

TOMA NOTA

Divulgación científica

Este trabajo fue posible gracias a los biólogos Armando Fraustros y Aldo Dávalos, que a su vez agradecen al equipo y a las personas que les ayudaron en su labor con los ajolotes. En su proyecto “Axolotes de Jalisco” se puede conocer su trabajo de divulgación científica y conservación del ajolote en nuestro estado.