Sábado, 20 de Abril 2024

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Jitomates Violentos

Por: Pablo Latapí

Jitomates Violentos

Jitomates Violentos

La semana pasada fue muy, muy intensa. Distintas noticias nos mantuvieron muy ocupados: arrancamos el lunes con una balacera en uno de los antros más famosos de la ya de por sí famosa Playa del Carmen en Quintana Roo; el martes fueron las oficinas de la Fiscalía en Cancún las que fueron objeto de un ataque que derivó en balaceras y persecuciones por más de una hora en la zona central de la ciudad; el miércoles temprano en un hecho que entristeció a muchas familias un jovencito de Monterrey baleó a varios compañeros y a su maestra, y después se quitó la vida; y para rematar el viernes los ojos del mundo se ubicaron en Washington con la toma de posesión de Donald Trump.

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Quizás fue por ello que pasó un tanto desapercibido un ataque a jitomatazos en la Ciudad de México de un  activista político en contra de uno de los grandes íconos del priismo; Arne Aus Ruthen Hagg, ex delegado panista que renunció a su partido porque no lo consideraron para una elección, y quien ha ocupado distintos cargos en administraciones panistas, arrojó varios jitomates podridos en contra de César Camacho, priista de cepa que ha ocupado los más altos cargos dentro y fuera de su partido, reclamándole el no haber devuelto como diputado el bono secreto de 150 mil pesos que recibió en diciembre.  

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Sin olvidar que se trata de un ataque de un político a otro, buscando reflectores, no deja de ser sintomático que el priista se haya quejado del ataque argumentando que la violencia no tiene lugar en una clase política donde las diferencias se discuten con argumentos. Pinta así a toda una clase política como pacífica, y ello nos hizo recordar a uno de los grandes defensores de los derechos humanos en la década de los sesenta, el arzobispo brasileño Helder Cámara, quien en su libro “Espiral de la Violencia”, escribió:

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“En los países subdesarrollados, las injusticias afectan a millones de seres humanos, de hijos de Dios, reduciéndoles a una condición de infra-hombres. Existe una miseria hereditaria. ¿Quién ignora que la miseria mata tan eficazmente como la guerra más cruenta? Siempre las injusticias son una violencia. Habremos de decir que son siempre la primera de todas las violencias, la violencia número uno (…) La violencia provoca violencia. Nadie nació para ser esclavo”.

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Sobre esta consideración, la clase política mexicana es entonces extremadamente violenta: su manera de ejercer el gobierno durante décadas ha provocado que más de la mitad de los mexicanos vivan en condiciones de pobreza. ¿No son violencia acaso los actos de corrupción, el derroche, la impunidad, la falta de aplicación del Estado de derecho?

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Todos quienes viven y han vivido del presupuesto público, deben reflexionar sobre esta idea en un país que cada día es más violento, y han de reconocer que buena parte de esa violencia la han generado ellos, durante generaciones, con su manera de gobernar.

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No se justifica agredir a nadie a jitomatazos, es cierto, pero sí se explica el hecho cuando el agredido ha estado agrediendo a una población con distintas ofensas, y lo ha venido haciendo ya desde hace años.

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