Jueves, 25 de Abril 2024
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El Caribe, íntimo y urbano

Ante la complicada situación que podría enfrentar América Latina, la escritora Mayra Santos-Febres propone dar más importancia al lenguaje

Por: EL INFORMADOR

La escritora Mayra Santos-Febres (Puerto Rico, 1966) acudió a la FIL de Guadalajara el año pasado. NTX / ESPECIAL

La escritora Mayra Santos-Febres (Puerto Rico, 1966) acudió a la FIL de Guadalajara el año pasado. NTX / ESPECIAL

GUADALAJARA, JALISCO (15/ENE/2017).- La escritora Mayra Santos-Febres (Puerto Rico, 1966) acudió a la FIL de Guadalajara el año pasado para participar en varias actividades y durante su visita conversamos con ella sobre la reciente aparición en México de su novela “Cualquier miércoles soy tuya” bajo el sello Planeta.  

Santos-Febres, además de escritora es directora del Festival de la Palabra, en el que “Le damos mucha atención a crear y a criar lectores, con más importancia al encuentro literario que al encuentro de la feria”.

“Es un festival boutique. Lo hacemos en Puerto Rico y en Nueva York porque nos interesa mucho la diáspora latinoamericana”, comparte.

Diáspora que vive un momento complicado…

La economía está deprimida, encima Trump y su terrible política antimigratoria. Va a ser un momento difícil para lo político, pero importante para la literatura, el periodismo, las crónicas, las ciencias sociales y los movimientos de base.

 -¿Qué oportunidades tiene la cultura ante esta situación?

-Tiene que creer en las alianzas, que es importante conectarnos más allá de los nacionalismos y de los circuitos que se dan en cada país, creer también en la diáspora latinoamericana y caribeña, a las que no les damos la suficiente importancia.

Una parte relevante para la diáspora latinoamericana es el lenguaje.

Recordemos que Estados Unidos es el segundo país con más hispanoparlantes en el mundo, después de México. Ante esas cifras hay que empezar a mirar la llegada de Trump y qué es lo que está pasando: el país se está convirtiendo en América Latina. Esa visión hay que explorarla.
 
-¿Eso va a cambiar el mercado de los libros?

-Sí, porque no es lo mismo el mercado hispanoparlante y las voces que privilegia, que lo que se privilegia en Estados Unidos. Un libro sobre la Segunda Guerra Mundial no tiene sentido para la diáspora allá. Son otras las voces necesarias: de las mujeres, de los afrodescendientes. Como la afrodescendencia no tiene lenguaje y estamos en todas partes, nuestra lectura de América Latina le interesa mucho a la gente del Norte. Lo mismo con los nativos americanos, con los aymara, los mapuches, los olmecas, la recuperación de este conocimiento es fundamental para abrir ese espacio. No se va a hacer desde los señores hacendados que vuelven a escribir las guerras de independencia.
 
-¿Cómo decide escribir este tipo de novela policial que confronta la idea del Caribe?

-Me interesan las ciudades latinoamericanas como lugares de encuentros disímiles. Se encuentran en el libro un emigrante haitiano que se hace pasar por dominicano en Puerto Rico, un periodista joven de clase media que está buscando su lugar en el mundo, y la esposa de un abogado sindicalista corrupto, a la que el espacio social de ser la esposa ya la tiene harta, como nos pasa a tantas mujeres ahora, cuando mucha gente habla de la disolución de los valores familiares. Esos valores estaban pagados con la disolución de una persona: la mujer. Pues esta mujer se está preguntando qué hago aquí, por qué me casé con este tipo. Las ciudades permiten eso porque no están totalmente controladas por la ley y el orden: la Iglesia, el patriarcado y la moral. El detectivesco es chévere para trabajar esto porque te permite utilizar un crimen como pretexto para hacer un retrato de las ciudades contemporáneas caribeñas. Yo sé que cuando la gente piensa en Caribe piensa en playa, casino, ron y sexo. Pero esa es la imagen que se vende, no es la imagen que se vive.
 
-Literatura policial e intimista que expande la idea de literatura latinoamericana…

-Lo que muchas veces contó por literatura era la literatura épica. Piensa en todas las novelas de antes y durante el boom, todas son novelas épicas, de guerras, de fronteras, guerras civiles, de fundación. En la guerra no hay voces de mujeres. Las mujeres siempre hemos sido los botines de la guerra. Se montó toda una literatura latinoamericana en el mito de lo épico, ya sea para hacer realismo mágico o novela histórica. Ahora está saliendo la novela del narco, el neopolicial, la novela fantástica, la novela de ciencia ficción. El discurso de la épica no se puede seguir sosteniendo.
 
-¿Cómo armó su estructura narrativa y lingüística en esta novela?

-Inventé dos historias paralelas: la de Julián Castrodad, que está contando sus aventuras, y luego esas notas que él encuentra, que son como fluir de conciencia de esta mujer a la que su lugar social ya no le gusta, que se entera de que su marido es una mentira, que su poder está basado en la corrupción y el narcotráfico. Ese estilo tipo Clarice Lispector de sueños, de visiones, es lo que han mal llamado la intuición femenina, pero es otro tipo de racionalidad, de conocimiento, otra manera de relacionarnos con el lenguaje, igualmente incisivo e intelectual, pero que tiene otra vertiente de la que yo echo mano para que explote ese lenguaje detectivesco seco, basado en los hechos y la razón.
 
-No es tan importante el crimen sino la narración…

-El crimen me da la oportunidad de hablar de lo ilegal, pero no desde la ley, sino desde todas las experiencias humanas. La ley se crea desde el poder, no desde la justicia. Todas las sociedades son prescriptivas y constriñen al individuo, lo ponen en cajitas. Lo bueno del crimen es que crea una grieta y por ahí entra la luz, entonces puedes hablar de muchas ilegalidades a la vez, desmoronar y desmadejar una construcción social.
 
-¿Con qué se encuentran los lectores de su novela?

-Con la experiencia de vivir otro Caribe: transitado, cosmopolita, líquido. Cuando vengo a México, sé que estoy teniendo una experiencia telúrica porque lo siento cuando camino, la tierra jala de una manera que cualquier isleño la nota. Mientras que en una isla como la nuestra siempre ves el mar. Esta novela ayuda a pensar los nacionalismos, las fronteras y las definiciones entre la gente porque somos mestizos, no hay pureza, el Caribe es bien poroso: los puertos, las movilidades, las migraciones, las culturas que se reúnen en un solo lugar. Desde ahí cuento la vida de gente que ha sido invisibilizada por tanto tiempo y que tiene tanto qué aportar a las maneras de imaginar el mundo.
 
-¿Cuál es el reto próximo de la literatura latinoamericana?

-Cómo vamos a nombrar esta Latinoamérica nueva, donde los problemas de frontera van a ser más feroces que nunca, con estas economías tan dependientes del dólar que ya no se pueden sostener. Se acabaron las utopías. “Cualquier miércoles soy tuya” expone el compromiso que tenemos los escritores y las escritoras en narrar esas historias que ya la épica no puede narrar, en ver cómo es Latinoamérica de verdad, no como queremos que sea.

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