Miércoles, 24 de Abril 2024

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Un gremio que perdió el rumbo: desastres y frivolidades

Por: Juan Palomar

Un gremio que perdió el rumbo: desastres y frivolidades

Un gremio que perdió el rumbo: desastres y frivolidades

A lo que se ha venido viendo, el reciente desastre sísmico, que asola a millones de compatriotas, ha tenido muy distintas respuestas entre lo que pasa en México y lo que no sucede en Guadalajara. En la capital, en cuestión de horas se armó un colectivo independiente bajo el nombre de Reconstruir México que agrupó a más de cuatro centenares de los más destacados arquitectos locales y especialistas de distintas ramas que tienen que ver con la edificación. Grupos de ellos fueron a las zonas afectadas para comenzar las labores. Y las están haciendo. 

En Guadalajara, poco es lo que parece estarse haciendo en términos arquitectónicos y urbano-arquitectónicos. Colegios, Escuelas, Academia: ¿qué esperan? Tristemente esta última institución prosigue con la obsoleta idea de hacer una “bienal” convencional en las próximas semanas. En vez de eso, se ha sugerido, desde hace mucho y sin éxito, dedicar el talento, tiempo y dinero destinados a tal fin para tratar de hacerse útil frente a las necesidades de los más vulnerables y, ahora, frente a los acontecimientos sísmicos. Los académicos, se supone, hacen academia: quieren ser una especie de elite, enseñan, muestran al gremio lo que su sabiduría y su experiencia les autorizan. Alguien de ese grupo alegaba que cada quien, individualmente, aportaba lo que quería, y que estaba bien proseguir con la bienal como si no pasara nada, que si no habría que “cancelar miles de eventos”. Entonces ¿no sirve de mayor cosa estar en una institución responsable de asuntos estrictamente arquitectónicos? ¿No suplanta el consecuente esfuerzo de la bienal a otros mucho más trascendentes y urgentes que habría que hacer en su lugar?

En todas las escuelas de arquitectura, además de las obligadas y rigurosas materias de estructuras, debería de existir un apartado para aprender a hacer frente, desde la disciplina, a los desastres naturales. Pareciera innecesario recordar que nuestro estado está sometido a altos riesgos de sismicidad. ¿O ya se olvidaron las grandes destrucciones de Zapotlán el Grande y otros poblados sureños por el temblor de 1985? ¿Se está consciente del alto riesgo que en cualquier momento puede azotar a Guadalajara?

Por otra parte, recientes declaraciones de un académico de la UdeG sostienen que existen grandes riesgos para “las fincas del Centro Histórico y de algunos barrios populares, pues no cuentan con estándares de seguridad porque se construyeron con reglamentos obsoletos. Además, dijo, persisten “viviendas creadas con adobe y que están habitadas, como en el caso de Santa Tere y el barrio de El Santuario”. (NTR, 2-X-2017) Peligrosísimas declaraciones. Un alto porcentaje de Guadalajara –y no solamente del centro, ni de los barrios mencionados– está construido de adobe. Y este noble material, bien se sabe, tiene un razonable comportamiento frente a los temblores. En 1932 sucedió el más fuerte sismo registrado en la ciudad. Entonces la gran mayoría de las edificaciones estaba hecha de adobe. Los daños, si bien fueron sensibles, mostraron que ese material logró absorber en lo general, debido a su consistencia y características, el movimiento telúrico.

Decir que muchas fincas de adobe “están habitadas” y de allí insinuar que son forzosamente inseguras es una muy complicada generalización que puede llevar a la desorientación y a la lamentable cacería de brujas del material y del patrimonio construido, tal como está sucediendo en Morelos.

Es urgente de parte del gremio seriedad, compromiso social, rigor científico: recuperar el rumbo. Para que los arquitectos puedan aspirar a seguirse llamando “operarios principales”.

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