Viernes, 29 de Marzo 2024
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#FuerzaMéxico

Por: Dolores Tapia

 Nuestro país está en vilo y el puño de los rescatistas, cerrado y en alto, en busca de la vida debajo de los escombros. Hay confusión, sobre todo en la información, también mucho voluntariado y activismo que han hecho de la tragedia nacional su propia causa. A ellos, gracias.

    México está demostrando la fuerza de sus manos, la rabia de su corazón. Varios hemos visto las fotos, las conmovedoras imágenes de los grupos de voluntarios, la fuerza de los civiles ante la realidad ensordecedora, el júbilo de los mexicanos cuando después de horas de trabajo han encontrado vida.

    Yo estaba en la primaria cuando fue el temblor de 1985, ahora mi hija estaba participando, en su colegio, de un simulacro sísmico, me lo venía contando y yo —es verdad— intentaba decirle de la manera más dulce (así de irreal) lo que significaba un terremoto, mientras, en México se caían los edificios arriba de la gente, de esto me enteré 10 minutos después.

    Me conmueven las filas humanas chambeando por la causa, las ganas de ayudar, las familias del Colegio Enrique Rebsamen, llorando y en pie. Sé —por mis amigos activistas— que durante las primeras horas y mientras llegaban miembros de Protección Civil y Bomberos, había ya cientos de voluntarios, civiles cargando escombro y chicas haciendo —no sé cómo— organización para el armado de los sandwiches. ¿Saben qué pensé? Que eso somos los mexicanos: la esencia bruta de la vida. Así, con ese poder de los guerreros de hace siglos brotando de nuestra sangre.

    Hay oraciones de familias completas (y somos un chorro), hay velas de quienes invocamos la ayuda de los dioses, hay despensas de cientos de personas de todos lados, hay ganas de llorar y muchas ganas de salir victoriosos, de encontrar vida de entre los escombros. De saber que unidos el esfuerzo vale la pena. Que podemos. Que debemos. Que se derrumba una ciudad pero no nuestro espíritu.

    Hay gobernadores y alcaldes enviando brigadas (a ellos, gracias), hay gente esperando horas por alguna noticia y también hay madres enterrando a sus niños, gente chambeando horas, entregando el sueño, el alma —entre la mugre, la tristeza, la impotencia y el shock emocional—.

    Los tapatíos nos hemos movido, hay que correr al DIF o a la Cruz Roja, ahí necesitan despensas y manos que ayuden a armarlas.  Hemos compartido información, intentamos ayudar y como sucede en las tragedias, también si no nos organizamos generamos confusión en las redes sociales, ese espacio de libertad.

    Le sugiero, querido lector, que siempre que reenvié a sus contactos algo en redes, intente checar la fuente y verificarlo (si lo dice el amigo de un amigo, evite compartir) y sobre todo que la información no tenga más de tres horas circulando. Los hechos cambian, la información cambia. Tratemos de no generar caos ni ruido digital. Tenga en su mente, el puño en alto de los rescatistas.

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