Jueves, 25 de Abril 2024

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Encarcelar niños

Por: Carlos María Enrigue

Encarcelar niños

Encarcelar niños

Es difícil no estremecerse con las imágenes y con los audios que han estado saliendo a la luz pública en estos días. Es difícil no sentir al menos algo de empatía por la tragedia que se vive por parte de migrantes que ven a sus hijos arrancados de sus brazos, que no saben a dónde se los llevan, que no saben cuándo y cómo es que volverán a verlos.

Estados Unidos tiene un problema grave de migración, es absolutamente cierto, pero la medida que se está implementando desde hace un par de semanas no tiene un origen meramente migratorio, tiene un origen racial. Una buena parte de las personas que se encuentran ilegalmente a Estados Unidos lo hicieron sin correr los riesgos de atravesar el desierto, cruzar ríos a nado o saltar cercas. Ellos lo hicieron a través de los aeropuertos, cruzando en coche desde Canadá. Existe un número significativo de europeos, canadienses y australianos cuya situación migratoria en el país vecino es irregular, pero algo sí les puedo asegurar: en los centros de detención – cárceles – donde están separando niños de sus padres no van a ver a ningún irlandés, a ningún canadiense, a ningún polaco.

Es sencillo, no nos quieren a nosotros.

Y no nos quieren porque no somos blancos, porque nos consideran inferiores pero a la vez una amenaza – el propio Trump usó la palabra “infestar”.

No concibo que lo haya leído, pero el presidente Trump claramente ha sido influido por la doctrina de Samuel Huntington, quien en su libro “El choque de civilizaciones y la reconfiguración del orden mundial” apuntaba, a veces velada y otras abiertamente, que el mundo occidental estaba en un proceso de cambio y que ese cambio significaba concretamente el riesgo de ser rebasado al diluirse sus elementos identitarios.

Sí, señalaba que Latinoamérica era culturalmente un híbrido, pues contaba con dos elementos identitarios occidentales – el idioma y la religión – pero para él el aspecto racial continuaba marcando una sonora diferencia en la concepción del mundo frente a aquella que tenían los países europeos o con una filiación europea menos mestiza – Estados Unidos, Canadá, Australia y Nueva Zelanda.

Así, auguraba el fracaso de la integración mexicana al bloque norteamericano al igual que la integración rusa o turca a Europa. Para él, si no se reunían los elementos raciales, lingüísticos y religiosos al mismo tiempo era muy complicado que pudiera haber entendimiento entre los bloques culturales, y el hecho de que México fuera lo que el llamó “país desgarrado” –en el sentido de que, perteneciendo a un bloque civilizatorio (Latinoamérica) intentara formar parte de otro (occidente) – era receta pura para conflicto.

Yo no estoy de acuerdo con Huntington. Sí, es cierto que en líneas generales existen elementos culturales que permiten agrupar zonas civilizatorias, pero eso no supone necesariamente que los conflictos se deban exclusivamente a estas diferencias, o que existiendo éstas no se pueda colaborar eficazmente entre los países.

Pero la realidad de las cosas es que existen personas que han abrevado de éstas y otras aguas solo para justificar sus prejuicios, para alimentar su odio a quien consideran distinto. Ellos, hoy están quitándoles a sus hijos y encarcelándolos como animales. Ellos hoy han llegado al extremo de justificar en la Biblia sus canalladas olvidándose de los pasajes en que Herodes mandaba matar a los niños.

Estos son los días en que nos ha tocado vivir.

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