Viernes, 29 de Marzo 2024
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El dos de octubre catalán

Por: José M. Murià

El dos de octubre catalán

El dos de octubre catalán

Lo mismo que nos pasó hace casi 50 años, cuando las fuerzas del orden y de la defensa nacional arremetieron con enorme ferocidad contra la población civil pacíficamente reunida, ocurrió en Cataluña el pasado día 1°, en el “civilizado” y dizque demócrata Estado Español.

El gentío se reunió en puntos previamente determinados para manifestar libremente y sin coacción alguna, por la vía de una papeleta, su preferencia sobre el futuro catalán. Lo que parecía que iba a ser una gran fiesta de la democracia se convirtió, por obra y gracia de las “fuerzas del orden” del gobierno de Madrid, en una verdadera tragedia promovida por el espíritu totalitario y neofranquista de éste. De ello el suscrito fue víctima y testigo presencial. 

Jóvenes, viejos y mujeres de todas las edades resultaron víctimas de la agresión física —sin haber dado motivo alguno— de la Guardia Civil (aquella que asesinó a García Lorca, entre tantos otros hechos de sangre) y la Policía, llamada “Nacional”.

“Alteraron el orden”, dijo la vicepresidente del gobierno —tan corto de estatura como de sensibilidad humana— “perpetraban violentar la paz’’ justificó el presidente del gobierno gallego como Francisco Franco y del mismo talante. No importa que la alteración y la violencia solo se haya producido con la presencia de las fuerzas del orden que, al igual que los conquistadores, arremetieron en verdad “a fuego y a sangre”.

Había que impedir a toda costa que se hiciera pública la opinión mayoritaria del pueblo catalán: El resultado, después de tal lujo de violencia para ahuyentar sufragantes y haberse robado urnas con más de ochocientas mil boletas, cuyo contenido debe haber sido similar, fue en números redondos de un 90% a favor de la independencia, un 7% en contra y un 3% de votos nulos o en blanco.

Seguramente, las condiciones creadas por el gobierno ayudaron a incrementar la manifestación de insurgencia, no obstante la ya antigua voluntad mayoritaria de construir una república independiente de una monarquía que hiede y un Estado de calaña similar a la de aquel México y tantos países que tuvieron el tino de escindirse. Tal resultado fue favorable a la separación que se veía venir. Por eso el gobierno español tuvo a bien hacer lo indecible y hasta lo intolerable, aunque fuera por completo ilegal.

Hicieron caso omiso de los derechos universales —y hasta canónicos— de autodeterminación de los pueblos. Mismos que, con tanta dignidad promovió nuestro Genaro Estrada. Después de haber quedado establecido que el siglo XX fue el “siglo de la descolonización” resulta que en la Europa mediterránea sobrevive una colonia de España: Cataluña. 

Ésta ahora quiere dejar de serlo. Es un derecho inalienable que España combate con una barbarie que lo identifica con lo peor y los países que se dicen democráticos deberían sustentar o, por lo menos, oponerse a que se haga tal uso indiscriminado de la fuerza irracional. 

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