Viernes, 29 de Marzo 2024
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Carta abierta a la Academia Nacional de Arquitectura, capítulo Guadalajara

Por: Juan Palomar

La Academia Nacional de Arquitectura fue fundada –alrededor de 1980– por Mario Pani. El capítulo de Guadalajara fue establecido por Ignacio Díaz Morales algunos años después. A la muerte de éste en 1992 (¿o antes?) el segundo y dinámico presidente fue Julio de la Peña.

Es la Academia una institución altamente meritoria. Ha luchado por el reconocimiento de la Arquitectura, su difusión, y en algunos –más bien raros– casos ha tratado de incidir directamente en el inmensa problemática nacional de la arquitectura. No la arquitectura de ciertas “elites”, sino la que ocupan millones de habitantes de este país. 

Es por lo anterior que quien escribe esta columna se permite hacer los siguientes comentarios sobre el papel que, ante la emergencia nacional del temblor del pasado 19 de septiembre, quizá debiera jugar la Academia en este verdadero drama que afecta cruelmente a millones de conciudadanos. 

En la Academia de Guadalajara existe un capital arquitectónico y profesional de alta valía. Es la hora de que tales activos se pongan a trabajar diligentemente en los campos arquitectónicos que sean pertinentes para salir de la aguda crisis humana, arquitectónica, urbanística y constructiva en la que estamos –y estaremos por demasiado tiempo– sumidos. Hay muchas maneras de ayudar y basta ver el ejemplo de un grupo de más de un centenar de arquitectos independientes capitalinos que inmediatamente se han organizado y emprenden acciones inteligentes y concertadas. Simplemente atendiendo a su responsabilidad de ciudadanos y arquitectos. Han rebasado radicalmente a Colegios de Arquitectos, Escuelas, Colegios, y a la propia Academia. No podemos soslayar el ejemplo.

Quien estos renglones firma tiene entendido que, mientas todo esto pasa, la Academia de Arquitectura de Guadalajara se ocupa en organizar activamente una Bienal de Arquitectura más, a celebrarse próximamente. Quien ha participado en la organización de tales actividades conoce el gran esfuerzo que representa llevar adelante este ejercicio. Un ejercicio, por cierto, que tristemente se ocupa en confeccionar vistosos cartones con fotos y planos de obras convencionales y que cuestan muy caros. Es un ejercicio autorreferente, de arquitectos para arquitectos que suelen felicitarse mutuamente. Ha sido sugerido desde hace tiempo, sin ningún resultado, que tal formato sea cambiado por la incidencia académica y arquitectónica directa en pueblos de Jalisco, o en barrios precarios de Guadalajara, para en algo paliar tantas urgentes necesidades de los prójimos cercanos.

Por eso, con todo respeto, comedimiento y afecto, el suscrito se atreve a pedir una vez más que se cancele la bienal en curso. Cuesta mucho esfuerzo, tiempo y dinero. Y no es la hora del lucimiento. Esos recursos –y muchos más– deberían aplicarse a contribuir, como mejor se pueda, a colaborar con las ingentes necesidades nacionales causadas por huracanes y sismos. Es mucho lo que se puede hacer. Se insiste: estos párrafos se escriben desde el respeto y el afecto por los miembros de una valiosa institución arquitectónica. 

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